El año dos mil dos se acaba. Es la hora de hacer balance de nuestros actos y de pensar las metas que nos pondremos para el año que viene. Este año ha pasado mucho agua bajo el puente. Yo ni siquiera leía Libertad Digital, y fíjense, ya llevo nueve meses en faena.
Sin embargo, tras examinar todas las columnas que he ido perpetrando en estos meses, debo confesar con cierta vergüenza que algunas de ellas han sido desafortunadas. Dicen que nunca es tarde para rectificar, así que me gustaría retractarme de algunas de mis declaraciones pasadas. Seguro que no lo esperábais, pero hay que ser sincero con uno mismo, por no hablar de ser sincero con vosotros, mis fieles lectores. He aquí mi acto de contrición:
Confieso que mi oposición al sistema de espionaje electrónico norteamericano Echelon provenía de la más negra envidia. El espionaje es una actividad reconocida por la comunidad internacional, que contribuye a la estabilidad y la seguridad de un país. Si EEUU se ha extralimitado en sus ansias de perseguir terroristas y narcotraficantes, es un pecadillo ante el que debemos ser indulgentes. A fin de cuentas, todos los países lo hacen, incluido nosotros. ¿O acaso preferís al primo de Osama estrellando un 747 de Iberia en el Bernabéu durante el próximo Madrid-Barsa?
Cuando acusé al Fiscal General Ashcroft de ser un chaquetero, debí haber sido más comprensivo. Cuando, cinco años antes, defendía al pueblo contra la amenaza del “gran hermano” del entonces presidente Clinton, seguro que lo hizo de buena fe. Pero un hombre tiene derecho a rectificar, y posiblemente ahora podrá calibrar las amenazas al mundo libre de manera más efectiva. También Solana estaba en contra de la OTAN, y al final vio la luz.
¿Recuerdan el caso Sklyarov, ese programador ruso acusado de vender software que rompe las protecciones de los eBook de Adobe? Sí, era fácil criticar a la fiscalía norteamericana por extralimitarse aplicando la ley DMCA. ¿Pero acaso no tiene todo país la obligación de hacer cumplir las leyes? No hagamos demagogia: si Dmitri no hubiese ido a Estados Unidos, habría seguido violando las leyes de ese país impunemente desde Rusia, algo que se resolverá gracias a los nuevos convenios internacionales.
Durante todos estos meses he pensado que la mano del FBI y la NSA estaban tras la mayoría de iniciativas antilibertad que vemos en la red, como la obligación de retener datos, la extensión de las capacidades de vigilancia electrónica masiva sin orden judicial o ciertos párrafos “dudosos” de la LSSI. Qué ciego estaba. Espero que este año que viene pueda irme desdiciendo de ciertas exageraciones que he vertido sobre los Estados Unidos. Hay un punto más del que quisiera escribir hoy.
Habrán oído hablar que el Pentágono se dispone a incentivar económicamente a los periodistas para que hablen bien de los Estados Unidos. No puedo confirmar ni desmentir tal información. Pero sí quiero dejar algo bien claro: el hecho de que mi hipoteca esté recién pagada y de que haya un nuevo Volkswagen Passat azul metalizado en la puerta de mi casa no tiene nada, pero nada, que ver con este humilde acto de contrición que estoy hoy realizando. Son dos cosas totalmente distintas, y sólo un completo malpensado podría decir que estoy dándole coba al Tío Sam a cambio de un sobresueldo que me viene de perlas –perdón, quiero decir que me vendría hipotéticamente de perlas– para complementar lo que me pagan en LD.
Pero que nadie se llame a engaño. Continuaré siendo el azote del Ministerio de Ciencia y Tecnología, defendiendo la lucha en pro de los ciberderechos y en contra de las tonterías digitales que este gobierno lleva a cabo. El año 2.003 verá en mí a un implacable defensor de los derechos del internauta, verdadero azote de embusteros, tramposos y tahúres internautas. Pero si no les importa, eso lo diferiré unas semanitas, que ahora estoy pendiente de que me concedan unos trienios.
Feliz año nuevo.

Examen de conciencia
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