Ya estamos en el dos mil tres. Y, según las estadísticas, los españolitos y asociados sumamos ya unos cuarenta y un millones y pico. Mucha gente, y también muchos datos asociados. Recordarán que hace algún tiempo se filtró la noticia de que el INE vendería datos del censo. Ya saben, ese que nos obligan a cumplimentar, y que siempre nos juran por sus niños que no va a ser usado con malos fines. De repente, alguien decide que ahí hay una pasta gansa. Pues a privatizar el Censo tocan. Y para más inri, la Agencia de Protección de Datos dice que no hace falta preguntar a los interesados si quieren ser incluidos en el censo promocional, porque basta con el “consentimiento tácito.”
Cuando hace un año me llegaron los formularios para el censo, me sorprendió la cantidad de información que nos pedían. Desde preguntar por la calefacción que hay en casa hasta cuántos días al año uso mi segunda residencia, pasando por mi situación profesional la semana pasada, te preguntaban de todo. No contestes, y ya tardan en recordarte la multa que te puede caer encima. Para más ironía, el formulario acababa agradeciendo nuestra colaboración, como si tuviésemos elección. Y no crean que es coña, pero se obligaba a rellenarlo hasta a inmigrantes y sin techo. Puedes no tener derecho legal a vivir en este país, pero has de rellenar los papeles del censo.
Total, que estaba yo en vena rebelde, pero resulta que cuando llegó el tipo del censo yo no estaba en casa, y mi mujer –que como abogado todavía cree en el imperio de la ley y la justicia– va y rellena todas las casillas. Cuando le comenté lo que pensé que harían con todos esos datos, me puso la cara de “jo, ya está con esas, ¿pero no comprende que eso no se puede hacer, que sería ilegal?”
Por ese tiempo publiqué en Kriptópolis, con el seudónimo de Batman, una parrafada al respecto. Lamento no poder adjuntarles el enlace, porque están de remodelación, pero a lo mejor encuentro una copia y la publico en Libertad Digital un año de estos. Luego, para que quede claro que todavía creo en la ley y la justicia –que funcionen es otra cosa, pero lo que es creer, creo– envié una carta a la Agencia de Protección de Datos preguntando si eran de recibo hacer tanta pregunta a todos los ciudadanos, algunas de las cuales parecían más típicas de un sorteo de Carrefour.
La respuesta de la APD, fechada el 3 de Diciembre de 2.001, era la que me esperaba: pues claro que las preguntas del censo son correctas, caramba. La APD informó en su momento favorablemente, y como el formulario del censo cumple el principio de proporcionalidad, pues a callar. Incluso se molestaron en señalarme que “cualquier información estadística que se haga pública por el INE como consecuencia del censo de población y vivienda, nunca podrá hacer referencia a datos personales de ningún ciudadano.”
No sé si volver a dar la lata a la APD, adjuntándoles su primera respuesta y preguntándoles qué es lo que ellos entienden por “datos personales.” A lo mejor creen que si se ponen a la venta, ya no son personales. Lo triste del caso es que la APD no se corta un pelo a la hora de meterle un puro a cualquier empresa que se pase un pelín a la hora de manipular datos a la ligera. Hace unas semanas abrió un expediente a Guía Empresas Internet S.L. por enviar publicidad a una dirección e-mail privada, una falta grave por la que le puede caer una multa de hasta 300.000 euros. Pero ahora van y la pifian con eso del censo promocional. Nadie es perfecto, pero a ver si no metemos la gamba de esa manera, que para cantes faraónicos ya hay expertos en la materia. Y, al menos de momento, la APD ha estado siempre de nuestro lado. Venga, chicos, un poco más de puntería, que estáis quedando como un departamento ministerial cualquiera.

Censados y apaleados
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