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Rubén Osuna

1. Los orígenes

Contaba en un artículo hace no mucho tiempo algo de la historia oculta de Microsoft, empresa que se dio a la fama con su sistema operativo MS-DOS y con sus aplicaciones para Macintosh. Después de aquellas presuntas proezas Microsoft sorprendió al mundo popularizando los sistemas operativos con interfaces gráficas (el conocido Windows) y el concepto de Suite Ofimática (el no menos conocido Office). Con ese currículo se hace difícil comprender y aceptar que Microsoft sea una empresa que ha consolidado monopolios mediante engaños, chantajes y burlas a la ley, extendiendo sus posiciones de dominio de unos mercados a otros. Pero cuando se conoce la verdadera historia del imperio del señor Gates uno acaba por ver más claro y comprender; es más, nuestra capacidad para predecir se afina como por arte de magia, y empezamos a verlas venir. En una palabra, conocer es perder la inocencia. Perdámosla pues.

El verdadero origen del MS-DOS

IBM decide en 1980 fabricar un pequeño ordenador para extender su uso en las empresas y entre los usuarios domésticos, al parecer sin mucha confianza en sus posibilidades de éxito. Los ordenadores hasta aquel momento habían sido grandes máquinas muy costosas dedicadas a tareas muy específicas. El nuevo invento debía hacer accesible estas máquinas a más gente, a más empresas, a más Universidades, y por ello debía ser barato. El nuevo ordenador se conoció como IBM Personal Computer, el PC. No se le podía equipar, claro está, con los pesados sistemas operativos de las grandes máquinas. IBM decidió encargar el pequeño trabajo de dotar al PC de un sistema operativo a alguien de fuera de la casa.

John Opel, director general del gigante azul conocía a la madre de Gates, que en una conversación informal, según cuentan, contó a Opel que la pequeña empresa de software de su hijo disponía de uno. No era verdad, ni por asomo. Gates no tenía por aquel entonces ni idea de cómo (o para qué) programar un sistema operativo. Pero no se arredró. Tuvo la audaz iniciativa de comprarlo hecho, sin que IBM se enterara, a una empresa (Seattle Computer Products) que había plagiado un sistema conocido como CP/M a Digital Research Inc. y lo había llamado Q-DOS. Microsoft no disimuló mucho, y rebautizó el programa llamándolo DOS de Microsoft (el MS-DOS).

IBM acabó enterándose, aunque demasiado tarde. Decidieron asegurarse compensando a Kildall, dueño de Digital Research, con 800.000 dólares para evitar que éste los demandara algún día. IBM pareció perdonar el pecadillo de su nueva empresa suministradora, porque no hicieron nada por desembarazarse de Microsoft o por tomar el control del desarrollo del programa que, sorprendentemente, siguió en manos de la empresa de Gates. No menos sorprendentemente Microsoft contó durante años con apoyo financiero del gigante azul para el desarrollo del producto que inicialmente les vendía.

El remoto origen de Windows

Desde finales de los años 70, una pequeña empresa californiana había entrado ya en el negocio de los ordenadores personales, mercado que ayudaron a crear. Se llamaba Apple, y la fundaron dos jóvenes “Steves”: un ingeniero brillante (Wozniak) y un ególatra patológico que necesitaba tener algo maravilloso para hacerse querer (Jobs). A principios de los 80, en muy pocos años, Apple había adquirido un considerable tamaño, y se había atraído a algunos de los más talentosos ingenieros de la época. Fueron capaces de hacer técnicamente efectiva y comercialmente rentable una idea que hasta entonces se consideraba más ciencia ficción que otra cosa: un sistema operativo que estableciera una comunicación fluida e intuitiva con el usuario, de manera que la máquina se convirtiera en una prolongación del propio individuo, tan fácil de usar como la propia mano.

En 1983 Apple Computer pone a la venta el primer sistema operativo de ventanas con el ordenador Lisa (un fracaso por su alto precio). Un año después aparecería rebautizado como MacOS, el sistema operativo del ordenador Macintosh (el nombre de una variante de manzanas). En esta ocasión, después de unos primeros momentos inciertos, Apple fue capaz de ganar dinero con su invento. Microsoft se convirtió a partir de entonces en socio de Apple, desarrollando software especial para el nuevo y revolucionario ordenador (ése fue el origen de Word, Excel y, más tarde, de Office). Los Macintosh (Mac), como se conocieron estas máquinas, fueron la condición necesaria y suficiente para la creación de nuevos mercados para los ordenadores personales, como el de la edición gráfica. Pero el alto precio relativo de los Mac impidió una explosiva expansión como la que estaban teniendo los PCs basados en el mediocre diseño inicial de IBM.

Rubén Osuna es profesor de Análisis Económico en la UNED.

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