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Alberto Míguez

Sadam-Chirac: amigos para siempre

Adivinen ustedes quién fue durante muchos años el mejor amigo, compañero de excursiones y meriendas, aliado incondicional y socio comercial de Jacques Chirac en el Golfo Pérsico. ¿Los jeques del petróleo, tal vez? ¿Hafed El Assad, el tirano sirio fallecido? ¿El rey de Arabia Saudita? En absoluto. El amigo de verdad fue Sadam Husein. Hay cientos de imágenes y testimonios que demuestran la profunda amistad y la camaradería de ambos políticos. Se amaban con pasión oriental.

Adivinen ustedes qué partido político francés estuvo hermanado durante muchos años, y seguramente lo sigue estando, con el Baas iraquí, la máquina de terror única que dirigen Sadam Husein y su clan sanguinario de Trikit ¿El Frente Nacional del ultra Jean Maríe Le Pen? En Absoluto. ¿Tal vez el partido comunista del capitidisminuido Robert Hue o la Liga comunista revolucionaria de Krivine o la agrupación Pesca, Caza y Tradición? Tampoco. El partido hermano fue durante muchos años el RPR, la organización gaullista o neogaullista o chiraquista que ahora se hace llamar UMP y que gobierna Francia bajo la férula del “querido Jacques” convertido en apóstol del pacifismo y del antiamericanismo en Europa.

En los sucesivos congresos del RPR durante los ochenta y hasta el 91, adivinen ustedes quién representaba al machacado pueblo iraquí. ¿Tal vez la oposición democrática kurda o chiíta? No señor, el Baas y su imagen más amable, Tarek Azziz, visitante asiduo e informante principal del ahora presidente de la República francesa. A todo eso se le llamaba entonces la “política árabe de Francia”: Gadafi, Asad, Sadam; amigos para siempre.

Por último, adivinen ahora las razones por las que Francia rompe la solidaridad transatlántica, parece dispuesta a ejercer el veto en el Consejo de Seguridad (ya veremos si se atreve) y culpa a Blair, Aznar, Havel y Berlusconi de atentar contra la política exterior y seguridad de la UE, un ente de razón en el que sólo deben creer Javier Solana y su secretaria.

La historia se repite. Adivinen ustedes quién era el mejor amigo y colega de Chirac en los jirones de la ex Yugoslavia: Milósevic, el verdugo, claro. He aquí la política de “grandeur” y su estrella exclusiva.

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