A Fujimori le acusaron sus adversarios de no ser peruano y haber nacido en Japón cuando se trató de invalidarlo como presidente del Perú. La cosa no coló, pero ahora, su país de origen y nacimiento. que lo acogió en su huida, parece decidido a no entregarlo a la Interpol que lo solicita. Entre Perú y Japón no hay tratado de extradición y aunque lo hubiera es poco probable que funcionase en el caso de un japonés de origen con nacionalidad nipona adquirida, estatuto del que ahora goza Fujimori, un nikkei, es decir, un descendiente de japoneses naturalizado en Perú y ciudadano peruano durante varias décadas.
El batiburrillo jurídico derivado de esta comedia haría rico a un despacho de abogados de Tokio o Nueva York, pero es poco probable que llegue el caso. El gobierno nipón no está dispuesto a entregar al “Chino” (como lo denominaban sus enemigos cuando era presidente constitucional del país) y no engañó a nadie desde el principio. Si hace cuatro años no aceptó la reclamación del recién elegido presidente Toledo es poco probable que lo haga ahora. Algunos a esto pueden llamarlo impunidad, otros cumplimiento estricto de la legalidad en un país soberano.
Lo que puede suceder en cambio es que Fujiomori regrese alguna vez al Perú y no precisamente para ser juzgado sino, tal vez, para ser... elegido. Perú es un país de contrastes y de extrañas pasiones. Alán García fue elegido en su momento con apoyo espectacular de la ciudadanía. Después fue perdiendo adhesiones, y al final de su mandato casi lo corren a gorrazos: dejó un país exhausto, arruinado, saqueado y asqueado. Él o sus amigos se pusieron literalmente las botas, se llevaron el santo y la limosna, cobraron coimas y comisiones en cantidades todavía incalculables, y debieron huir del país para que los tribunales –azuzados por Fujimori– no les echaran el guante.
Pese a todo eso, García fue amnistiado, regresó a Lima entre ovaciones y ramos de flores, e incluso a punto estuvo de ser elegido de nuevo presidente de la República. Hoy, Toledo gobierna gracias a que García le echa una mano parlamentaria. Y pocos dudan de que si mañana hubiese elecciones presidenciales, Alan y el APRA podrían ganarlas, lo que no deja de ser una siniestra paradoja y un ejemplo aterrador.
Si eso ocurrió con García ¿por qué no habría de suceder con Fujimori que robó aparentemente menos que el expresidente regresado aunque probablemente mandó asesinar a más inocentes? Amigos peruanos me dicen que el desastre sin paliativos en que se ha convertido la gobernación de Toledo y su poderosa esposa favorecen el regreso del “Chino”. Pero no esposado por la Interpol, sino en loor de multitudes.
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