Menú

Francia y Rusia: hambre por petróleo

Las intoxicaciones de la izquierda acerca de la codicia de estadounidenses y británicos, capaces, según dicen, de verter a raudales sangre inocente con tal de satisfacer su sed de petróleo, –el eslogan era “No más sangre por petróleo”– se han convertido en un estereotipo de consumo masivo que ha calado hondo en amplios sectores de la opinión pública internacional. De poco ha servido que Bush y Blair se cansaran de desmentir la especie una y otra vez, y de nada el ejemplo de Kuwait, cuyo petróleo volvió íntegramente a manos kuwaitíes una vez liberado el país por las fuerzas aliadas.

Pero puestos a desconfiar, y admitiendo sólo a efectos argumentativos la muy dudosa teoría –leninista– de que el único motor de las relaciones internacionales son los intereses económicos, habría también que analizar cuáles pueden ser los intereses económicos que han impulsado a franceses, rusos y alemanes a oponerse a la guerra. Ya que no sería ni justo ni coherente aplicar la fría lógica de los intereses económicos sólo a norteamericanos y británicos y, en cambio, atribuir a franceses, rusos y alemanes motivos únicamente humanitarios y altruistas.

Como hemos venido informando en este diario, Francia y Rusia, al contrario que norteamericanos y británicos, tenían especial interés en que el régimen de Sadam Husein no se hundiera estrepitosamente. Franceses y rusos hicieron grandes negocios con el extinto régimen de Sadam, especialmente en lo que concierne al petróleo. Rusia, a través del mafioso Mijail Fridman, es la principal adjudicataria –un 40 por ciento– del programa “Petróleo por Alimentos” de la ONU y ya tenía comprometidos con Sadam, para cuando se levantara el embargo, nuevos contratos de extracción de petróleo. Del mismo modo, las petroleras francesas –recuérdese el escándalo del pago de sobornos de Totalfina-Elf a la clase política francesa, actualmente en los tribunales– también tenían apalabrados contratos petrolíferos con Sadam. Y recientemente se ha podido saber que Sadam ofreció también a los alemanes jugosos contratos petrolíferos si votaban en contra de la resolución presentada por EEUU, Gran Bretaña y España.

Asimismo, y en contra de lo que la mayoría de la gente cree, los tres principales suministradores de armas al extinto régimen entre los años 1973 y 2002 fueron Rusia (57%), Francia (13%) y China (12%) –esta última también beneficiaria del programa “Petróleo por Alimentos” y con contratos petrolíferos “apalabrados” con Sadam–, precisamente los tres países con derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU que se opusieron a la intervención militar y abogaban por la continuación de las inspecciones. Estados Unidos figura en duodécimo lugar, con un 1% del total, y España y el Reino Unido se encuentran por debajo del vigésimo puesto, con porcentajes puramente residuales. Por no hablar de la central nuclear de Osirak, vendida por Chirac a Sadam a principios de los 80 y destruida por los israelíes, quienes tenían muy fundadas sospechas –que después se confirmaron– de que Sadam la empleaba para obtener plutonio con el que fabricar armas nucleares. Y también hay que recordar, como informamos en su día, que Hans Blix, quien no pasa precisamente por ser el inspector de armamento más sagaz de la ONU, fue elegido indirectamente por Sadam Husein con el beneplácito de Rusia y Francia.

No es extraño, pues, que franceses y rusos se nieguen hoy a la propuesta estadounidense de levantar inmediatamente el embargo que pesa sobre Irak desde agosto de 1990 –cuando en 1994 clamaban por ese levantamiento– con la excusa de que debe ser el Consejo de Seguridad, previo informe de Blix, el que decida al respecto, aunque ya no haya ninguna necesidad de ello una vez desmantelado el régimen de Sadam. Peligran sus contratos fraudulentos con Sadam y la deuda externa que el régimen contrajo con ellos, especialmente con Rusia, quien se niega a condonarla. Por ello, quieren ganar todo el tiempo que la ineptitud de Blix pueda proporcionarles y, además, ejercer presión –especialmente los franceses– para que sea la ONU, y no los estadounidenses, quien coordine y distribuya las labores de reconstrucción.

Siempre desde la lógica del puro interés crematístico que antes hemos asumido sólo a efectos argumentativos, todavía está por ver que Bush y Blair no intentarán apropiarse de un modo u otro del petróleo iraquí. Sin embargo, lo que sí queda plenamente de manifiesto independientemente de la lógica que se emplee, es que a franceses y rusos no les importa prolongar unos cuantos meses más la miseria y los sufrimientos de los iraquíes –no hace mucho decían que el embargo, y no Sadam, había causado la muerte a medio millón de niños– con tal de defender sus intereses económicos.

Si contra la Coalición que apoyó la intervención militar la izquierda vociferaba “No más sangre por petróleo”, en el caso de Rusia y Francia tendrían que gritar con no menos energía y con mucha mayor justificación “No más hambre por petróleo”. No hay que esperar tal cosa. Del mismo modo que tampoco cabe esperar que los mismos que acusaron de genocidas e infanticidas a EEUU y Gran Bretaña por oponerse, con muy buen criterio, al levantamiento del embargo mientras el régimen de Sadam seguía vivo y coleando, vayan a hacer lo propio esta vez con Francia y Rusia. Por lo que se ve, sólo EEUU y sus aliados están obligados a cumplir con las exigencias de la moral y de los derechos humanos. Quizá sea esta, precisamente, una prueba de su superioridad moral respecto de sus adversarios y enemigos.


En Internacional

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Curso
    • Inversión
    • Securitas
    • Buena Vida
    • Reloj Durcal