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En esta época de regalos, quería hablarles de los nuevos dones que la ciencia nos va a ofrecer en los próximos años. La nanotecnología, según la descripción ofrecida por Richard Feynman en 1960, sería la técnica que permite sintetizar moléculas átomo a átomo. IBM demostró la posibilidad práctica escribiendo su logotipo con átomos de xenon a principios de los noventa.
 
Una de las mejoras principales que aportará, aunque no sea muy atractiva, es la creación de materiales a partir de átomos por millones de pequeñas máquinas llamadas ensambladores. Esto permitirá crear materiales a gran velocidad y bajo coste, y permitirá sintetizar sustancias que la biotecnología es incapaz de crear hoy. Un ejemplo son los nanotubos de carbono, que combinan una resistencia a la tensión unas 30 veces mayor que el acero pesando un sexto. El ejército useño los está utilizando como sustituto del kevlar en los chalecos antibalas.
 
En informática, esto abre una nueva era de miniaturización. Los prototipos de almacenamiento de datos basados en electrónica molecular son capaces de contener más de cien veces la cantidad de datos que los dispositivos comerciales actuales son capaces de almacenar en el mismo espacio físico. Investigadores de Cornell han mostrado un transistor formado por una única molécula, lo que permitiría reducir estos elementos (el ladrillo sobre el que se construyen todos los chips) hasta 10.000 veces su tamaño actual.
 
La principal promesa de esta industria es la capacidad de crear una suerte de robots microscópicos que recorran el cuerpo humano destruyendo células cancerígenas, colesterol o, incluso, reparando los daños que la edad provoca en las células. Ya se está estudiando uno de estos ingenios, una suerte de antibiótico mecánico formado por tubos de carbono que identificaría a las bacterias y las destruiría agujereando su membrana. Estos ingenios serían mucho menos propensos a fomentar la resistencia bacteriana que los antibióticos.
 
Estas técnicas ponen la base de la futura revolución industrial. De modo que los ecologistas, por supuesto, se oponen y pretenden, como mínimo, una moratoria que impida que se incluyan en productos comerciales. De nuevo, el principio de precaución aplicado a diestro y siniestro. Basta decir que puede causar problemas de salud a los trabajadores, aunque no se tengan noticias de ello, o que podrían "mezclarse con metales venenosos". Todo muy científico, como ven. Incluso cuando un desarrollo de este tipo que se está experimentando es capaz de destruir una enorme variedad de productos contaminantes de las aguas, queja constante de estos grupos. Una muestra más de que la preocupación de los nano-luditas no es la ecología, sino el progreso.
 
Pero permítanme que no vaya más allá. No es cuestión de agriar el vino de estas fiestas.
 
Daniel Rodríguez Herrera es editor de Programación en castellano.

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