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Pío Moa

Zapatazo a la familia

Si las propuestas educativas del PSOE no auguran para los españoles mucha más cultura que la del propio Zapatero, es decir, bastante poca, tienen otra vertiente clave, y es su ataque directo a la familia y a la educación propiamente dicha.
 
Por influencia anglosajona, tendemos a confundir desde hace tiempo la educación y la enseñanza. Son dos cosas muy próximas e interrelacionadas, pero básicamente distintas. La enseñanza promueve, ante todo, los conocimientos necesarios para la vida profesional, y depende mayormente de las instituciones públicas y privadas diseñadas a tal efecto. La educación cultiva más bien la capacidad del individuo para desenvolverse en la vida en general, como persona, y depende en medida principal de la familia.
 
Por esa razón los partidos de corte marxista y otros veían la familia como algo negativo: porque transmitía la tradición y los valores motejados por esos partidos de burgueses, reaccionarios, individualistas etc. De ahí su enorme esfuerzo por desacreditar y socavar la familia burguesa, como la llamaban en su lengua de palo. Mientras el PSOE fue marxista, naturalmente, participaba de esa actitud, pero ha continuado en ella al dejar de serlo, adoptando los "progresismos" que iban en un sentido parejo: la sustitución de la familia por la burocracia estatal como presunta educadora de los niños y jóvenes.
 
En estas últimas generaciones, la influencia y eficacia de la familia en la educación ha bajado mucho, lo cual proviene en buena parte, aunque no totalmente, del alud de presiones, incitaciones e imposiciones de la época socialista. La televisión fue utilizada, desde Guerra y Calviño, para socavar la vida familiar mediante la telebasura. Las mujeres eran animadas a "liberarse" de la educación de sus hijos, y a dedicarles el menor tiempo posible (para eso ya estaba el Estado). La autoridad paterna aparecía como mera opresión y la disciplina como un mal. Padres y madres quedaban desprestigiados por su "desfase" ante las exigencias de la "nueva" sociedad, donde su papel se diluía: los hijos ya no tendrían casi nada que aprender de ellos.
 
Apenas ha habido reacción a tales tendencias, pese a estar bien a la vista sus frutos. Diversos estudios han comprobado el estrecho lazo entre esa degradación de la familia –manifiesta también en el aumento de los divorcios y separaciones, con sus altos costes emocionales y daños, en especial para los niños; de los abortos, los embarazos de adolescentes, etc.– y la proliferación entre los jóvenes de conductas delictivas o autodestructivas, como el alcoholismo, la droga y otras semejantes, o la chabacanización general de la vida.
 
Pero Zapatero y su gente siguen convencidos de que la familia es retrógrada, y de que una masiva, costosa y obtusa burocracia podrá sustituirla con ventaja en la educación de las generaciones jóvenes. Por eso el punto clave de su plan es la apertura de las escuelas y colegios doce horas al día, incluidos fines de semana. Así, los padres podrán "liberarse" casi por completo de sus hijos, y éstos ser atiborrados del estúpido adoctrinamiento progre en que consiste la cultura sociata.
 
Se ha criticado a Zapatero por el enorme coste de sus proyectos y por su irresponsabilidad al no especificar de dónde vendría el dinero. Pero el coste aquí es lo de menos. Lo decisivo es que el siniestro plan, de ser aplicado, terminaría de reducir la sociedad a un rebaño como el previsto por Tocqueville cuando examinaba el despotismo "democrático".

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