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Alberto Míguez

El fin de la esperanza

Hace cuatro años, soplaban en Irán vientos de cambio. Los reformistas partidarios del ayatollah Jatami ganaron por goleada las elecciones e iniciaron un camino que debería conducir a la democratización del régimen y al final del poder clerical representado por el Consejo de de Guardianes de la Revolución.
 
Los jóvenes y las mujeres vieron en Jatami una esperanza. Pero todo ha terminado con un monumental fracaso. Las actuales elecciones servirán al menos para consagrar este fracaso. Ni Jatami cumplió sus promesas, ni los clérigos controlados por el ayatollah Rafsanjani renunciaron a una sola de sus prerrogativas. Hubo, eso sí, una flexibilización superficial de las costumbres pero la opresión generalizada, social, sexista, política y religiosa se mantuvo como en los mejores tiempos de Jomeini.
 
Las elecciones se celebran en un ambiente de desesperanza y pesimismo. Dos mil candidatos reformistas no han podido presentarse porque se lo impidieron los guardianes de la ortodoxia. Ciento veinte diputados han dimitido por solidaridad con los vetados. Y varios diarios democráticos fueron clausurados estos días. Por supuesto todos los actos de propaganda de los contados candidatos reformistas se suspendieron en casi todas las ciudades.
 
El vicepresidente del Parlamento, Reza Jatami (hermano del líder reformista) calificó los comicios de ilegales e injustos, “una farsa sin libertad, sin competición y sin limpieza”. La abstención se anuncia monumental pero eso no le importa en absoluto a los clérigos-guardianes, uno de cuyos dirigentes ha dicho que “incluso sí sólo vota el 10% del censo” la cosa no tendría la menor importancia. A los duros del régimen las elecciones les importan un higo: nunca creyeron en ellas. Sólo los amigos “del gran Satán” (Estados Unidos) pueden creer en esas cosas.
 
Pareciera que, como dicen los castizos madrileños, a los iraníes “los miró un tuerto” hasta tal punto se han acumulado las desgracias. Al terrible terremoto de hace varias semanas se unió la explosión de un tren hace dos días  que provocó trescientos muertos y varios miles de heridos.
 
El ambiente es lógicamente en todo el país de tristeza y desinterés. A nadie le importan los resultados de estas elecciones trucadas. Gane quien gane, ya se sabe que los ayatollahs seguirán teniendo la sartén por el mango. Y el mango, también.
 

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