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Alberto Míguez

¿Efecto dominó?

Los franceses votaron este domingo masivamente en las elecciones regionales (60 por ciento de participación), aunque menos que los españoles hace una semana (80 por ciento). El Partido Socialista francés (coaligado con los verdes) ganó claramente estos comicios; la derecha francesa en sus dos variantes (UMP y UDF) fue batida. Lo mismo sucedió en España.
 
La extrema derecha francesa (Frente Nacional) subió considerablemente en todas las regiones; en España la extrema derecha —que se sepa— no existe o está acurrucada. El domingo en Francia la extrema izquierda comunista y troskista no logró los votos suficientes para participar en la segunda vuelta de las regionales, dentro de una semana: más del 10 por ciento. En España los comunistas y otros compañeros de viaje bajaron también espectacularmente. Ahí concluyen las semejanzas entre las dos elecciones.
 
A lo largo de toda la noche del domingo los dirigentes políticos franceses de derecha (sobre todo de derecha) y de izquierda se cansaron de repetir que el “efecto dominó” de las elecciones españolas podría haber influido en los resultados. Nada lo prueba. En España, no cabe la más mínima duda, la masacre del 11-M influyó sobre los resultados pero también sobre la participación popular en los comicios. En Francia, afortunadamente, este espantoso terremoto no se produjo: la derecha sufrió un severo varapalo porque el gobierno fue incapaz de resolver los problemas cotidianos de los franceses. El paro aumenta, los cierres de fábricas menudean, las manifestaciones de enseñantes, investigadores, médicos, parados, enfermeras, ferroviarios y un largo etc, están a la orden del día.
 
Exactamente lo contrario de lo sucedido estos últimos ocho años en España: nadie se atrevió estos días a condenar el balance económico-social de José María Aznar y su Partido Popular. Todos, desde los extremos al centro derecha e izquierda, señalaron al primer ministro Jean-Pierrre Raffarin como responsable de la crisis actual.
 
Es bastante probable que los resultados de estas elecciones sean letales para el primer ministro galo, como lo fueron para Aznar, aunque, obviamente, unas elecciones regionales no derriban primeros ministros en Francia ni en España. Lo sucedido el domingo es un aviso muy serio para la mayoría gobernante (la UMP), su primer ministro y, sobre todo, el presidente de la República, Jacques Chirac, de quien Raffarin es apenas un ejecutante.
 
¿Sopla en Europa en los últimos días un vendaval favorable al socialismo y desfavorable a la derecha? Tampoco está claro. En Grecia acaban de ganar los conservadores a los socialistas y nadie o casi nadie lo recordó en España. Era y es políticamente inoportuno.
 
Dentro de una semana, en la segunda vuelta de estas elecciones, se sabrá con exactitud si la izquierda socialdemócrata y "verde" francesa ganó o no definitivamente estas elecciones. Una de las llaves la tiene en sus manos el líder de la extrema derecha, Jean-Marie Le Pen. Sólo si los dos componentes de la derecha se unen y cuentan con el "voto útil" de la extrema derecha, la "debacle" de este domingo podría no repetirse. Pero nada es menos seguro. Le Pen y sus amigos fascistas odian a la derecha (es decir, al gobierno) con mayor intensidad todavía que a los socialistas. Sus votos irán probablemente a abstención o a la izquierda.
 
La derecha francesa hace muy mal evocando el "efecto dominó" de las elecciones españolas, simplemente porque no es verdad. Ni el sistema político francés tiene el más mínimo parentesco con el español ni las fuerzas políticas de ambos países son semejantes. Si la derecha gala perdió este domingo fue simplemente porque a lo largo de un año calamitoso hizo méritos suficientes. Ni más ni menos.

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