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Juan Carlos Girauta

La opacidad del gobierno

Según Camacho, "no tenemos ningún indicio que nos permita sospechar que hubo un autor intelectual". (O sea, que nadie planeó los atentados; se dieron sin más, como la lluvia.)

Sobre el 11 M, afirma el Secretario de Estado de Seguridad: "He hablado con colegas de otros países que están impresionados por cómo avanzó la investigación y el estado en que nos encontramos en este momento." Y lo que se entiende, por el uso del pretérito, es lo que ya sabíamos, que la investigación avanzó bajo la dirección del anterior equipo. ¡Y cómo! La segunda parte de la frase apenas despistará al lector: el actual responsable de la seguridad no podía limitarse a alabar a sus antecesores y deja caer que a sus colegas extranjeros también les impresiona el estado actual de las investigaciones.
 
Pero el estado actual es prácticamente el mismo que cuando se marchó Acebes. Salvo que el equipo del partido que llamaba, y llama, mentiroso a un gobierno que no dejaba de rendir cuentas y que logró tantos avances en tan pocas horas, haya avanzado en sus averiguaciones sin que nadie lo sepa. Dos razones empujan a creer que su opacidad es compatible con la inoperancia: no parece posible que los colegas extranjeros de Camacho conozcan avances recientes que todos ignoramos en España (y por tanto sólo están impresionados por lo que hizo el equipo de Acebes); en la misma entrevista Camacho nos advierte de que probablemente nunca se sepa quien organizó los atentados.
 
No sabemos por qué el gobierno socialista ocultó durante varias semanas la existencia de una segunda furgoneta. No sabemos por qué ha tardado diez días en informar de la muerte de Hicham Mandari. No sabemos quién y por qué profanó la tumba del GEO (los eruditos a la violeta que sostenían que los musulmanes no profanaban cadáveres no habrán oído hablar de Annual). No sabemos nada. Bueno, en realidad, sí: sabemos que el gobierno de la opacidad no desea que declaren ante la comisión parlamentara los confidentes policiales, ni el antecesor de Camacho, ni Aznar.
 
Así, en la mayor oscuridad, piensan cerrarlo todo. Con la comisión reconvertida en una célula de reflexión sobre un acuerdo contra el terrorismo "internacional" mientras mantienen sus insidias en otros foros. Con las expectativas ciudadanas sobre la investigación policial reducidas a su mínima expresión porque, según Camacho, "no tenemos ningún indicio que nos permita sospechar que hubo un autor intelectual". (O sea, que nadie planeó los atentados; se dieron sin más, como la lluvia.) Y con el hermetismo más absoluto respecto al asesinato en España de un financiador de los terroristas que estaba a punto de revelar informaciones lesivas para el régimen alauita y que había sido detenido por la Gendarmería cuando intentaba alcanzar nuestro país ¡el 14 de marzo! Y que estaba relacionado, a través de Mohamed Ouamoussi, con Dris Basri, ministro del interior de Marruecos durante dos décadas. Es para echarse a temblar. Eso sí, a oscuras.

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