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Juan Carlos Girauta

Una huella sobre el agua

Los profesionales del pensamiento trabajaron mayoritariamente a favor de ese aborto de la Ilustración y de la razón que llamamos colectivismo o socialismo. Lo siguen haciendo por orfandad ideológica cuando el monstruo ya ha muerto

"Dejará huella" es la frase con que Patxi Lanceros cierra su In Memoriam a Derrida en El Mundo. El firmante conoce la obra y la relevancia del filósofo; por eso puede hacerse comprensible (si tal cosa quiere decir algo) donde otros tropiezan. No creo sin embargo en su conclusión. Derrida durará lo que dura una huella en el agua. Bajo el vistoso aparato levantado en torno a su concepto fetiche, se exavían los puros méritos de una obra reacia al análisis. Y a la síntesis. Una obra inasible. El nombre de Derrida padeció más que el de ningún otro pensador la puñalada de Sokal a la filosofía posmoderna. Herida ocasionada por un texto hilarante y demencial que pasó los filtros de una muy seria revista y de cuantos lo leyeron. La rigurosa comunidad filosófica francesa obtuvo del bromista una autocrítica inútil en una ceremonia de aire moscovita.
 
Derrida es estimulante, y la condición absoluta que atribuye al texto da pie a repensar la Cábala, los universales, el abismo solipsista. Y ya está. Sus reflexiones, muchas veces insostenibles o absurdas, llegaron a un público de profesores en el momento en que más las necesitaban. Ellos personalmente, no el pensamiento. Sólo hay que ver cómo Lanceros refuta ciertas acusaciones a Derrida relacionadas con la idea de justicia: "Derrida responde: no sólo con libros (...) Responde reuniéndose con intelectuales palestinos o reaccionando a las guerras de Irak, o demandando una política exterior europea. Es un pensador al que su tiempo no le es ajeno."
 
Esa forma de no serles ajeno su tiempo a los intelectuales contemporáneos tampoco nos es ajena a nosotros. Sabemos perfectamente que todos los avances de la dignidad del individuo, en particular la catarata de libertad que se desata en los ochenta, ocurren no "gracias a" ni "al margen de" sino a pesar y en contra de sus ideas, acciones y proselitismo. La intelectualidad occidental lleva varias décadas detestando la libertad tanto como sus propios parámetros occidentales, los únicos dentro de los que ellos mismos son inteligibles.
 
Los profesionales del pensamiento trabajaron mayoritariamente a favor de ese aborto de la Ilustración y de la razón que llamamos colectivismo o socialismo. Lo siguen haciendo por orfandad ideológica cuando el monstruo ya ha muerto. Su salida menos vergonzosa fue retozar en la charca posmoderna, denunciar el logocentrismo y, en último extremo, negarle sentido a todo para disimular el sentido de lo que ellos habían hecho.
 
Por cierto, Derrida era un hombre más inteligente de lo que creen sus críticos y muchísimo más de lo que sugiere la lectura de sus seguidores.
 
Otrosí digo: sustituyamos de una vez el galicismo "deconstrucción" por "desconstrucción". No sé qué opinará don Amando.

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