Menú
Juan Carlos Girauta

La estrategia

en Cataluña, para quedarse fuera de la normalidad, para convertirse en un apestado político y granjearse los más estridentes calificativos, basta con defender lo que todos dábamos por normal hace dos años

Quiero creer que la autodeterminación que reclaman para mi tierra no tiene nada que ver con el concepto sobre el que la ONU basó la descolonización de África. Así que los nacionalistas catalanes se estarán remontando al que convulsionó Europa a principios del siglo pasado. Pero en mitad de aquel furor que tan caro pagaron los pueblos autodeterminados tras la Gran Guerra, Karl Popper subrayó lo contradictorio de un concepto que, liberando minorías, creaba más minorías. Visto hoy desde España, ningún argumento me convencerá de que mis derechos y libertades estarán mejor protegidos en una Cataluña independiente de lo que lo están en España. Mucho menos a la vista del estilo con que se estrenó el nuevo poder: el uno hablando de dramas y declarando de hecho la guerra a las instituciones; el otro, siempre cargado de buenas intenciones, visitando a la cúpula de ETA.
 
Las críticas de Popper a la autodeterminación fueron, como observa Paul Johnson, una excepción: "Todos los movimientos nacionalistas europeos, de los que había docenas en 1919, habían sido creados, dirigidos y acicateados por los académicos y los escritores, que subrayaban las diferencias lingüísticas y culturales entre los pueblos a expensas de los vínculos tradicionales y los intereses económicos permanentes que los movían a convivir."
 
Que el gobierno de Maragall responde, casi un siglo más tarde, al esquema descrito, incluso en sus dependencias académicas, lo demuestra el contraste entre lo ruidoso de sus declaraciones, siempre en el mismo sentido, y la falta de gobierno en términos de gestión. En agosto publicó el tripartito una lista con treinta y cinco leyes que debían aprobarse antes de fin de año. Siete pasarían sus trámites en septiembre y nueve en octubre. A día de hoy, ninguna de ellas ha sido enviada al Parlament. Las declaraciones de los miembros del gobierno catalán o su apoyo presencial a una supuesta selección nacional deportiva ocupan mientras tanto las portadas. El tripartito no está gobernando Cataluña; está desplegando con gran energía una estrategia ideológica premoderna y de masas cuyo fin es la ruptura del consenso constitucional mediante la apelación a las emociones.
 
Todos parecen de acuerdo en incluir el derecho a la autodeterminación en el nuevoEstatut: socialistas y comunistas,Esquerray CiU. Todos menos el PPC. Una de las constantes de la política catalana desde que la izquierda se echó al monte, con tanto éxito, en toda España, es la proliferación de iniciativas dirigidas a arrojar al PP fuera del escenario político. Lo alarmante es la obra que se está representando en dicho escenario, y lo curioso es que, en Cataluña, para quedarse fuera de la normalidad, para convertirse en un apestado político y granjearse los más estridentes calificativos, basta con defender lo que todos dábamos por normal hace dos años, incluyendo a Pujol y su coalición.

En España

    0
    comentarios