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Carlos Ball

¿Logrará cambiar el Departamento de Estado?

Desde tiempos de Franklin D. Roosevelt, el Departamento de Estado ha sido una madriguera de izquierdistas

Desde tiempos de Franklin D. Roosevelt, el Departamento de Estado ha sido una madriguera de izquierdistas. El más famoso fue Alger Hiss, espía soviético que participó en la formación de las Naciones Unidas y en febrero de 1945 en la Conferencia de Yalta, donde cedieron Europa Oriental a la Unión Soviética. El nombramiento de Condoleezza Rice como secretaria de Estado puede significar un cambio radical en ese ministerio que a lo largo de siete décadas ha tenido una influencia negativa en América Latina: defendiendo dictaduras, fomentando la ayuda de gobierno a gobierno que incrementa la corrupción y el poder político, impulsando aumentos de impuestos (desde tiempos de la Alianza para el Progreso de Kennedy), apoyando la funesta guerra contra las drogas que convirtió a unos simples salteadores de caminos en una poderosísima y multimillonaria mafia internacional, promoviendo el comercio "justo" y un campo de juego "nivelado" que no es otra cosa que tratar de despojar a las naciones latinoamericanas de ventajas comparativas en el comercio internacional, mientras los expertos de las embajadas asesoran a sindicatos para debilitar el incipiente capitalismo latinoamericano que ya tiene como enemigos a poderosos pseudoempresarios que se enriquecen a costa del proteccionismo y demás favores políticos.
 
Durante el primer período del presidente George W. Bush, el Departamento de Estado –con la excusa de la guerra contra el terrorismo– hizo todo lo posible por enemistar a cientos de miles de amigos tradicionales de EEUU en América Latina, quitando visas y dificultando viajes y negocios, a pesar que ninguno de los asesinos del 11 de septiembre era latinoamericano.
 
El número de visas para no-inmigrantes se ha reducido en 2,7 millones, un 36%, desde 2001. ¿Acaso son ellos enemigos de EEUU o más bien turistas, ejecutivos, estudiantes, científicos, periodistas, etc.? Y nadie puede ser transeúnte en un aeropuerto de EEUU, vía a un tercer país, sin una visa válida, lo cual dificulta innecesariamente o encarece los viajes de muchos latinoamericanos a Europa y a Asia.
 
Recientemente, 43 artistas cubanos solicitaron asilo en Las Vegas. Pero un caso menos conocido es el de dos jóvenes oficiales de la Guardia Nacional venezolana, los tenientes Germán Varela y José Colina, quienes viajaron a Miami con visas válidas y al llegar pidieron asilo político. Ambos llevan presos en la cárcel de Krome desde noviembre de 2003 y las autoridades de inmigración insisten en deportarlos. Ambos son falsamente acusados por el Gobierno venezolano de poner bombas en las embajadas de España y Colombia, atentados seguramente perpetrados por secuaces de Chávez.
 
Hace unos meses me entrevisté con el general de brigada (retirado) Germán Varela Araque, padre de uno de ellos y ex comandante de la Guardia Nacional al comienzo de la presidencia de Chávez. El general recibió una medalla del Gobierno de Estados Unidos, pero el mes pasado murió frustrado en su lucha por la libertad y asilo de su hijo, perseguido político de un régimen donde no existe ningún tipo de imparcialidad o independencia judicial.
 
Condi Rice, ex rectora por seis años de la Universidad de Stanford, ex directora de Chevron y académica del Hoover Institution, puede convertir al Departamento de Estado en defensor de los principios de libertad individual que proclamaron los próceres, padres fundadores de la nación. De tener éxito en tan difícil faena, bien podría ser candidata presidencial en 2008 contra Hillary Clinton.
 
© AIPE
 
Carlos Ball es director de la agencia AIPE y académico asociado del Cato Institute.

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