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Juan Carlos Girauta

Boicot al boicot

Menos boicot y más sentido común. El boicot perjudica principalmente la causa que dicen defender sus impulsores.

Sigue en marcha la malhadada y absurda iniciativa de boicotear a los productores de cava catalán. Lo que es peor, parece que el castigo se quiere extender ahora a "cualquier producto catalán". "Pásalo", dice la nota que recorre el ciberespacio a imitación de la palabra clave con que se organizó el golpe posmoderno del 13-M, tan espontáneo.
 
Castigar a las empresas catalanas por lo que viene haciendo el independentismo catalán es una estupidez y una injusticia comparable a dejar de leer a Mijail Bulgakov para reafirmar nuestra oposición al estalinismo. Es cebarse en la víctima. Imagino a algunos lectores dando un respingo y respondiendo mentalmente: las empresas catalanas no son víctimas de nada, quizá son culpables. Pues no señor. La inmensa mayoría de empresas catalanas, como las manchegas o como las suecas, desean por encima de todo la estabilidad, que es lo contrario de lo que les está dando el tripartito desde que alcanzó el poder. Confundir al independentismo o al nacionalismo catalán con Cataluña pone al que lo hace en el mismo lugar que a los independentistas y a los nacionalistas, que siempre hablan en nombre de Cataluña. Y ahora resulta que la forma que tienen algunos de colaborar a desenmascarar esa patraña y de ayudar a los catalanes que no somos ni independentistas ni nacionalistas es en meternos a todos en el mismo saco.
 
Las empresas tienen la iniciativa de la actividad económica, generan el empleo y procuran la prosperidad. ¿Se dan cuenta los que llaman al boicot de las consecuencias que tendría el éxito de su iniciativa? Se destruirían puestos de trabajo en Cataluña y se fomentaría el error de oponer lo catalán a lo español. He oído a gente muy cabal matizar este punto de vista cuando lo he expuesto, con similares argumentos, ante ellos; sin aceptar el boicot, pero rebajando la gravedad del asunto a base de recordar las zancadillas que un grupo político viene poniendo a todos los que no comulguen con sus ruedas de molino. Pues bien, ¿quién creen que son los primeros afectados por la estrategia disgregadora y cainita del independentismo? Evidentemente, los catalanes que defendemos la idea de España.
 
Menos víscera y más racionalidad, pues la razón es nuestra ventaja. Menos boicot y más sentido común. El boicot perjudica principalmente la causa que dicen defender sus impulsores. Causa que aquí, en Cataluña, está bastante clara: no podemos permitir que los nacionalistas, y mucho menos los independentistas, nos arrebaten la catalanidad, ni la cultura catalana, ni la lengua catalana, que son de todos. Ni podemos aceptar que se ponga en peligro la prosperidad de Cataluña, que no la procuran los políticos sino la gente común, y que es parte fundamental de la prosperidad de España. Nunca le he permitido a nadie que me dé lecciones de catalanidad. Tampoco las admitiré de españolidad.

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