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Juan Carlos Girauta

Poder y opinión en la sociedad abierta

El fin del sueño del oasis es consecuencia de la creciente dificultad de controlar la información y la opinión

Una forma como otra cualquiera de medir hasta qué punto Cataluña se está convirtiendo por fin, tras más de un cuarto de siglo de democracia, en una sociedad abierta, pasa por imaginar qué sucedería si hoy se descubriera una banda de espías en torno al editor de un gran diario local. Más que nada porque cuando sucedió precisamente eso, en la calle Pelayo y al calor del señor conde, las consecuencias fueron... ninguna. O, por lo menos, ninguna que la opinión pública conozca. ¿Para quién y en qué trabajaban los espías? ¿Cuál era su relación real con el Cesid? ¿Hasta qué punto participaba el gobierno González de esa actividad? ¿Qué papel jugó Narcís Serra, hoy a punto de convertirse en presidente de Caixa de Catalunya? Nunca lo sabremos. Hoy, tanto secreto sería imposible de guardar.
 
No es de extrañar que una de los primeros cometidos del tripartito catalán fuera recomponer el sistema de dependencias políticas de la prensa catalana. La Secretaría de Comunicación de la Generalitat, cuya más reciente aportación a la transparencia ha sido un rosario de trabas a la labor periodística en el Carmelo, inició su andadura tripartita con un informe de buenos y malos, de medios y periodistas favorables y adversos, acompañado de una serie de medidas a adoptar donde más duele, en las subvenciones encubiertas, en los millares de suscripciones con los que el govern premia o castiga al sector.
 
La entrada de Lara en el Avui venía acompañada del miedo pánico a que el de Planeta tratara de alterar la línea del diario. ¡A quién se le ocurre! Al final Lara ha puesto el dinerín y ha asegurado la continuidad no sólo de la cabecera sino de todos los profesionales que se estaban hundiendo con el barco, renunciando a alterar en lo más mínimo esa línea editorial que tan buenos resultados había obtenido.
 
¡Ay, si al menos alguien comprara ese diario! Yo lo hago, que conste, pero como la mayoría de catalanes también leo diarios nacionales, escucho emisoras de allende el Principado y, lo que es peor, no siempre veo TV3. Y claro, así no hay quien controle nada. Y mucho menos en la era de Internet, donde la pluralidad y la inmediatez se imponen. Tampoco sorprende que la primera gran manipulación televisiva del tripartito consistiera en un envenenado 30 minuts, en TV3, dirigido a linchar a Libertad Digital.
 
El fin del sueño del oasis es consecuencia de la creciente dificultad de controlar la información y la opinión. Pujol ponía tanto cuidado en la previsión de sorpresas desagradables que hasta se había abrazado a las casas regionales, entidades que otros han considerado molestas e inadecuadamente folclóricas (a ERC le faltó tiempo para enfrentarse a ellas). Para colmo de males, el tutelaje de las asociaciones de vecinos no les está sirviendo de mucho en el Carmelo; ya han surgido dos asociaciones independientes de damnificados. Demasiada polifonía para un poder adicto a los solos de tenora.

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