Todos los días tienen su torpeza. Sabe el gobierno por oscuras vías que, a estas alturas de la anomia, España se lo traga todo. Por algo la tratan como un sumidero de sí misma. Dos o tres torpezas por jornada, y un disparate por el mismo precio, siempre caen. Se aprovechan de la corta memoria y del popular convencimiento, tan indiscutido como falso, de que nadie puede ser tan inepto. No poco. Hoy he visto juntos, demasiado juntos, a Patxi Nadie y a los del PCTV, que también tienen un ansia tan infinita de paz. Ayer vi a Caldera ufanito en la tele, en el programa trampa 59 segundos, vendiendo las cuentas de la vieja y de sus setecientos mil regularizados, tropa extranjera con cuyo agradecimiento eterno esperan contar. Otra cosa es el millón nuevo de ilegales del efecto llamada que el ministro niega o ignora. Anteayer, ya no sé, Zetapé posaba bajo impropias banderas, tan contento como Peter Sellers en El Guateque, culpando del Holocausto a la locura y otras agudezas. Para la cosa simbólica e histórica es un hacha. Y antes de anteayer fue el día de Rubalcaba, calamar gigante de copiosa tinta, haciéndonos creer que el PP está tan a gusto con ETA que no desea su final. Y antes fue la Trujillo llamándonos perros, pues según ella ladramos. ¿Barritas tú, Trujillo, o croas? Y antes fue Carmen Dixie. Ya me pierdo. Y entre tanto el No-Do de la historia del PSOE, qué miedo.
Que te gobiernen estos es como practicar un deporte de riesgo. O un gran juego de rol: se acabaron las sutilezas y la complejidad y, si por ellos fuera –ya veremos–, la ciudadanía y la libertad. Todo es simple, dicotómico, maniqueo y burdo. Yo soy progre, tú eres facha, yo soy guay, tú eres ful. Lo que yo escribo o leo es cultura porque así lo considera el gran poder; lo que tú sostienes es caspa encuadernada o aventada que se te va a pasar con ZP 11. Yo me puedo forrar sin complejos porque estoy en el lado solidario (¿No lo afirmo? Eso basta) Tú eres un capitalista salvaje aunque vivas de un sueldo. Si yo especulo, me estoy sacrificando; si lo haces tú, mereces escarnio, condena y cárcel. Y si no lo haces, también.