Cuando el miembro de un gobierno autonómico puede amenazar con una Guerra Civil entre comillas sin que su presidente lo destituya, su partido lo expulse, los jueces se despierten, el parlamento lo condene, la prensa lo radiografíe y su portera le retire el saludo, es que estamos en una sociedad muy enferma. Pero a mí, vaya usted a saber por qué, lo que más me preocupa son las comillas de Huguet.
No es extraño que el conseller que invitó a festines a los representantes de la prensa catalana por valor de dos millones de pesetas con cargo al presupuesto goce del favor de una profesión todavía demasiado sujeta a Carpanta y los pesebres. Ya ha contado aquí García Domínguez que la prensa local no se ha dado por enterada de las amenazas guerracivilistas de su espléndido anfitrión. Con las comillas han tenido bastante para echar sus palabras a broma: no sé, serán una metáfora; las “bombas” son de atrezzo y las “pistolas” llevan balas de fogueo. Quizá tengan razón y entre comillas y comidillas se pueda decir todo.
Se pueda decir, por ejemplo, que amenazar desde un gobierno con una “Guerra Civil” que “se girará contra España” es “terrorismo institucional”. Y que no es tan extraño que al president, que pertenece al “partido del GAL”, todo esto le parezca una cosa sin importancia. El “señor” Huguet “trabaja” en un gabinete que sigue un plan demasiado importante como para detenerse en tonterías, como esas amenazas que “coinciden” con la reaparición de la ETA y con atentados contra la sede del PPC y contra la familia de uno de sus cargos. Los “demócratas” que se reunieron en el nobilísimo Saló del Tinell dejaron claro desde el principio que el PP era un partido de apestados, de gentes a excluir, de ciudadanos de segunda.