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Jesús López-Medel

Pluralismo y libertad de expresión

Cuando se producen ataques premeditados al pluralismo y a esta libertad fundamental, el sistema democrático se resiente.

La democracia ha de estar basada en unos principios o valores superiores. Entre ellos, en el caso de España, nuestra Constitución proclama en el artículo 1, junto a los de “libertad, la justicia, la igualdad”, el referido al “pluralismo político”. Al tiempo, un sistema democrático hunde sus raíces en lo que supone el respeto y desarrollo de los derechos humanos de las personas y los grupos sociales en que se integran. De una manera especial, ha de valorarse la gran importancia de la libertad de expresión e información en una sociedad plural.

Cuando se producen ataques premeditados al pluralismo y a esta libertad fundamental, el sistema democrático se resiente. Pero aún lo padece más cuando esos ataques están promovidos no ya por ciudadanos de a pie sino por instituciones políticas territoriales y por partidos políticos cuyos dirigentes deberían ser especialmente escrupulosos a la hora de no encabezar o promover la represión y la censura.

Pero el problema actual es mayor porque ante los ataques que está recibiendo un medio de comunicación por parte de los grupos mencionados, el gobierno de España, que tiene la responsabilidad de asegurar el marco de libertades, mira hacia otro lado y ni siquiera de palabra censura ese tipo de acciones. Es triste y lamentable ese silencio, casi comprensivo con los represores.

Todos conocemos la parábola que contaba Martin Niemöller cuando, a propósito del nazismo, trataba la indeferencia cuando arrestaban a otros por sus ideas religiosas y algunos no se daban por aludidos; después otros serían apresados por su etnia, por sus ideas comunistas o por cualquier otra circunstancia. Al final, por cualquier razón vendrían a por nosotros y entonces, tardíamente, lamentaríamos no haber sido solidarios con otros grupos antes reprimidos.

No podemos, en un sistema de libertades, ser indiferentes ante las libertades de otros. Se puede discrepar de los contenidos, las líneas programáticas o el estilo y el lenguaje de cualquier medio de comunicación, pero eso no puede servir en ningún caso de excusa para pretender ahogar las voces de la libertad. Tampoco para callar. La voz es la palabra y la palabra es libertad. No permitamos que nuestro sistema plural retroceda de lo que entre todos conseguimos de progreso y calidad democrática en estos 27 años de Constitución.

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