Josefina Poropat no está de acuerdo con mi apreciación de que el inglés es más un idioma romance de lo que parece, debido a las numerosas importaciones del latín. Doña Josefina precisa que la influencia decisiva en el inglés es la procedencia francesa de muchas palabras, lo que al final hace que sea una lengua desordenada. La expresión de ese desorden es la gran cantidad de parejas de palabras con pronunciación parecida y significados distintos. A veces la escritura es parecida pero la pronunciación resulta distinta. Veamos una lista de esas parejas de palabras que traen de cabeza a doña Josefina y a cualquiera que se acerque a la lengua inglesa:
- blood-food
- genes-jeans
- sheet-shirt
- beach-bitch
- niece-knees
- scissors-seizure
- peace-peas
Añado que ese tipo de equívocos existen también en español, aunque nosotros tenemos solo cinco vocales y una norma más clara de escritura y pronunciación. Recuérdese "la p con la a pa". En inglés las cosas son un poco más complicadas.
Juan M. Blanco comenta la peculiaridad del adjetivo plausible que significa dos cosas, según el DRAE: (1) merecedor de aplauso, (2) atendible, admisible, recomendable. A mí modo de ver, está bien definida la primera acepción (que es la auténtica), pero no la segunda. Por influencia del inglés se introduce en español la segunda acepción, que tiende a desplazar la primera. Pero plausible no es tanto "atendible, admisible o recomendable" como "verosímil" en el sentido de la lógica científica de aceptar algo como verdadero a falta de una ulterior comprobación. Así pues, lo plausible se acepta en términos de probabilidad. Lo malo es que, tanto la lógica científica como la noción de probabilidad, son ideas un tanto ajenas a la tradición cultural española. De ahí que la importación de plausible (= verosímil) chirríe un poco en español. Al final el significado se retuerce y acaba acercándose a la primitiva y auténtica acepción de "merecedor de aplauso". El comentario de don Juan me lleva a esa paradójica conclusión.
Rafael Jiménez Buendía me cuenta una historia que ilustra muy bien la traición que suponen algunas traducciones:
Otra traición de las palabras para solaz de todos. El astrónomo italiano del siglo XIX Schiaparelli descubrió los canali de Marte. Nunca sugirió que fueran de origen artificial, se refería únicamente a que vistos por el telescopio parecían eso, canali. En sus misivas al astrónomo británico Percival Lovell le hablaba pues de canali que Sir Percival tradujo al inglés como canal. En inglés canal sí tiene un significado de canal artificial por oposición a channel que es un canal 'natural'. Aún siendo Schiaparelli el descubridor, fue Lovell quien popularizó el descubrimiento y la palabra canal –sutilmente diferente de channel– provocó todo tipo de sueños sobre habitantes en Marte.

