Menú
Juan Carlos Girauta

Ante el debate

Los temas de los que Rajoy preferiría no hablar son aquellos que principalmente debe ensayar, pues su adversario los pondrá todos encima de la mesa con claridad, jactancia y crueldad; una duda ahí es mortal

Ante el inminente debate televisivo, conviene comprender la enorme oportunidad que se le ofrece a Rajoy. Excluidas otras fuerzas presentes en el Congreso, el debate imprime un impagable impulso a la polarización del voto. Aprovechar esta oportunidad exige aceptar algunas premisas más allá de obviedades tales como la necesidad de una buena actuación ante las cámaras, o la de adaptarse perfectamente a las restricciones del formato.

Una premisa no comprendida por muchos observadores es que los dos debates determinarán el resultado electoral debido al empate técnico del que se parte. Extrañamente, algunos "expertos" siguen a estas alturas infravalorando la importancia del gran medio de masas. Sostienen que las cosas ya no son como en la época del Nixon-Kennedy. Sí lo son, y más aquí y ahora: la politización de la sociedad española durante la legislatura ha sido tal que un cara a cara entre los líderes de las opciones a las que votan cuatro de cada cinco ciudadanos va a merecer una atención pública comparable a la apertura de unos Juegos Olímpicos o una final de liga (en abierto). Una bolsa decisiva de votos se apuntará al ganador. La segunda premisa capital es que el tenor del segundo debate dependerá de la marcha del primero.

De los contenidos que Mariano Rajoy debe llevar frescos en la memoria, así como de las ideas fuerza que ha de dejar impresas en la de los oyentes, ya tienen los populares conciencia. La conveniencia de primar unos u otros asuntos está sujeta a discusión y lo seguirá estando salvo triunfo arrollador. Lo que no es tan seguro, dados los antecedentes lejanos del segundo debate González-Aznar y los cercanos del enfrentamiento Solbes-Pizarro, es que Rajoy entienda que la televisión tiene ciertas reglas que van más allá del color de la corbata, la dirección de la mirada y la modulación de la sonrisa con que se han de acoger las intervenciones del adversario. Y que esas reglas son conocidas y dominadas por los asesores socialistas. He aquí, de entre esas reglas, las que Rajoy debería interiorizar:

  • Las audiencias creen más en el lenguaje no verbal que en el verbal.

  • Comportarse como si ya se fuera presidente es un error gravísimo propio de asesores especializados en conducir al desastre a sus asesorados; todos saben quién tiene la presidencia y quién tiene que ganársela.

  • Los temas de los que Rajoy preferiría no hablar son aquellos que principalmente debe ensayar, pues su adversario los pondrá todos encima de la mesa con claridad, jactancia y crueldad; una duda ahí es mortal. Que memorice Rajoy, si lo necesita, contraargumentos elaborados y fulminantes, pero que no vacile, que no se aferre a consignas repetitivas y que no eluda la lucha cuerpo a cuerpo, pues ahí es donde le quieren ver los suyos y donde podrá disolver las reticencias de los que aún no son de nadie.

  • Hay que formular al contrincante preguntas concretas, incómodas, penetrantes como una bayoneta. Si a su turno el presidente no contesta, hay que repetirlas. Si sigue sin contestar, hay que hacerlo por él sin ahorrarle nada. Ser compasivo con las preguntas bayoneta es fatal porque el contrincante no lo será. Él lleva preparado un arsenal terrible y lo usará entero, sin atender a los intentos de reconducir el juego.

En España

    0
    comentarios