Menú
Fundación Heritage

Peligros desde el otro lado del charco

Afortunadamente las relaciones transatlánticas han mejorado enormemente durante el segundo mandato del presidente Bush. El reto para el próximo presidente será mantenerlas así al mismo tiempo que protegemos nuestros intereses nacionales.

Peter Brookes

Si se les preguntara, pocos norteamericanos dirían que Europa va a suponer un gran reto para el próximo presidente de Estados Unidos, especialmente en comparación con las zonas en conflicto que salpican los titulares de los periódicos a diario. A pesar de un cierto antiamericanismo profundamente arraigado en algunos rincones de Europa (resultado en gran parte de la guerra de Irak), nuestros casi 500 millones de vecinos al otro lado del charco parecen ser pacíficos y prósperos en su mayoría. Pese a ello, Europa no será un camino de rosas para el siguiente líder del Ejecutivo. Bajo una superficie de aparente tranquilidad y satisfacción yace un mar de problemas que, lamentablemente, podrían afectar los intereses nacionales norteamericanos de forma importante.

Primero, el terrorismo sigue siendo una enorme preocupación. Las capitales europeas informan con regularidad a Washington de que están encontrando nuevas redes extremistas, incluyendo algunas "de propia cosecha" en sus comunidades musulmanas. Alemanes y turcos desbarataron atentados terroristas el año pasado; España descubrió una trama contra varios países europeos este año. Gran Bretaña está haciéndole el seguimiento a decenas de complots, cientos de células terroristas y miles de potenciales terroristas y simpatizantes.

Lamentablemente, tanto al-Qaeda como otros grupos que sin estar directamente bajo el control operativo de Osama bin Laden se inspiran en él siguen viendo a Europa como objetivo y puerta de entrada para atacar a Estados Unidos. El plan frustrado en 2006 de derribar aproximadamente diez aviones de pasajeros camino a Estados Unidos vía Gran Bretaña con explosivos líquidos es un buen ejemplo de cómo los terroristas podrían utilizar Europa como trampolín para atentar contra territorio norteamericano.

Por otro lado, pese a que por fortuna las probabilidades de una guerra importante en Europa son prácticamente nulas, es probable que sí estalle otra en los Balcanes, como ha sucedido tantas veces anteriormente.  La declaración de independencia hecha en febrero por Kosovo y que la separaba de Serbia –después de casi una década de estar bajo la administración de la ONU y de la OTAN como consecuencia de la limpieza étnica de los albano-kosovares en 1999 a manos del ejército serbio– dista de ser asunto cerrado.

Hasta el momento, Serbia y su poderosa defensora, Rusia, se niegan a reconocer la secesión de la provincia dominada por los albanos. De hecho, sólo unos 35 de los 192 países de la ONU han reconocido por ahora la independencia.  Los serbios de Kosovo están considerando su propia secesión de Kosovo o unirse nuevamente a Serbia. De hecho, un comité del parlamento ruso recomendó recientemente que Moscú reconozca un nuevo estado serbio-kosovar. Es en la ciudad étnicamente dividida de Mitrovica donde ha tenido lugar el episodio más violento desde la separación, en el que manifestantes serbios locales se enfrentaron a la policía de la ONU. Muchos están señalando a Belgrado como el instigador.

La secesión de Kosovo también podría incentivar otras declaraciones similares. Bosnia, una frágil confederación de serbios, croatas y bosniaks (musulmanes bosnios), también podría explotar en pedazos, desembocando en una vuelta a la violencia étnica al estilo de los años 90.

Otro desafío será mantener vivo el asunto de la defensa antimisiles en Europa, donde la opinión pública nada entre dos aguas. Afortunadamente, ya se han visto progresos en la negociación para el despliegue de interceptores en Polonia y un radar en la República Checa. Cerrar el trato y empezar la obra para estas instalaciones (que tardarán hasta más o menos el año 2013 para estar operativas) serán dos pasos cruciales para mitigar la amenaza iraní, dado que Teherán sigue enriqueciendo uranio y desarrollando misiles balísticos.

La OTAN es otro asunto clave que el próximo presidente tendrá que gestionar. La alianza militar debe mantener su voluntad de luchar y ganar en Afganistán, incluyendo un aumento a los más de 40.000 militares norteamericanos y de la OTAN que ya están luchando contra los talibanes. El próximo comandante en jefe de Estados Unidos también deberá animar a los miembros de la OTAN para que gasten más en defensa de modo que la organización esté preparada para cualquier contingencia. (La mayoría está gastando menos del recomendado 2% de su PIB. )

Aunque los franceses probablemente anuncien su total reingreso a la OTAN este año en la cumbre de abril en Bucarest, habrá un quid pro quo. (El presidente francés Charles de Gaulle retiró a Francia del comando integrado de la OTAN en 1966.) Pese a que Francia pueda añadir algunas tropas adicionales a las fuerzas de la OTAN en Afganistán, París también quiere desarrollar una fuerza de defensa europea paralela a la de la OTAN, y que podría al final rivalizar con ella, minando así la solidaridad política y la fuerza militar de la alianza.  Claro está que los franceses insisten en que las fuerzas de la UE mejorarían la pegada de la OTAN, en lugar de minar su unidad o el vínculo transatlántico con Estados Unidos. (No todo el mundo está de acuerdo con esa tesis, por decirlo suavemente.)

Por supuesto, lograr que los europeos dediquen más recursos a defensa, en vista de que ahora sólo gastan de media el 1,5% de su PIB, será tarea difícil. ¿Resultado? Es probable que haya suficientes recursos para las fuerzas de la Unión Europea o para la OTAN, pero no para ambas. Incluso si los franceses aportaran 2.000 soldados, la Unión Europea ni siquiera logró enviar 4.500 militares a una misión en el Chad para ayudar en la calamitosa situación a lo largo de la frontera con Darfur.

Trabajar con Europa para enfrentar la reaparición de Rusia también causará más dolores de cabeza al vínculo transatlántico que un champán barato. Lamentablemente, no todos están de acuerdo en cómo tratar al bullicioso oso.  Moscú se muestra muy irritable con el asunto de la defensa antimisiles, la expansión de la OTAN, Kosovo y cualquier implicación de otros países en su "exterior cercano", especialmente Ucrania y Georgia. Los sermones sobre la "democracia" también molestan al Kremlin.  No es sorprendente que Moscú esté trabajando para dividir a Europa, la OTAN y a Estados Unidos, usando diplomacia mezclada con chulería, petro-política (hay partes de Europa demasiado dependientes del gas natural ruso) y amenazas militares para sembrar discordia.

En último término, trabajar junto a Europa para enfrentarse a los retos locales y globales tiene sentido, especialmente en vista de que compartimos valores democráticos; sin embargo la solución que encontremos para estos problemas no siempre encajará a la perfección. Afortunadamente las relaciones transatlánticas han mejorado enormemente durante el segundo mandato del presidente Bush. El reto para el próximo presidente será mantenerlas así al mismo tiempo que protegemos nuestros intereses nacionales.

©2008 The Heritage Foundation
* Traducido por Miryam Lindberg

Peter Brookes ha sido asesor del Presidente George W. Bush y actualmente es analista de la Fundación Heritage, columnista del New York Post y Director del Centro de Estudios Asiáticos.

En Internacional

    0
    comentarios