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Dario Migliucci

Berlusconi triunfa, pero la Liga será determinante

La Liga Norte es la formación de Mario Borghezio, el parlamentario europeo que suele terminar sus discursos gritando el lema: "Padania independiente, Euskadi independiente".

¡Menudas sorpresas nos han deparado las elecciones generales que tuvieron lugar este fin de semana en Italia! Ha triunfado Silvio Berlusconi, acontecimiento previsto por todos los sondeos, pero su victoria ha sido clara en ambas cámaras, en contra de los pronósticos de los analistas, que apostaban por que el líder de los conservadores no lograría alcanzar la mayoría en el Senado. El mismo Berlusconi, de hecho, antes de las votaciones parecía asustado por la posibilidad de convertirse en un "pato cojo". Ni siquiera fue acertada la previsión relativa a la escasa participación que debía marcar estas elecciones, ya que más del 80 por ciento de los ciudadanos acudió a las urnas pese a que se trataba de la segunda votación en tan sólo dos años. Las encuestas además no habían pronosticado el clamoroso hundimiento de la izquierda radical y el escaso resultado de los partidos católicos de centro, que deben renunciar al sueño de convertirse en bisagra.

De todas formas, el hecho de que Berlusconi finalmente haya ganado de forma clara no debe impedir la crítica contra el sistema con el que se ha votado en las últimas dos citas electorales. La verdad es que, una vez más, ha sido una lotería. Es suficiente pensar que unas cuatro horas después de que se cerrasen las urnas se sabía que los conservadores tenían incluso 8 puntos de ventaja con respecto a su principal contrincante y, sin embargo, nadie podía afirmar con seguridad que conseguirían los escaños necesarios para gobernar.

La votación deja un cuadro político más sencillo que el de los últimos dos años, tanto que en algunas tertulias televisivas se ha llegado a hablar de un triunfo del bipartidismo. Sin embargo, resulta arduo hablar de bipartidismo cuando los dos principales partidos –sin contar a sus aliados– apenas superaran el 70 por ciento. La verdad es que para alcanzar los votos que han cosechado hace un mes en España socialistas y populares sería necesario sumar los votos recolectados en Italia por Pueblo de la Libertad, Partido Demócrata, Movimiento por las Autonomías, Liga Norte e Italia de los Valores.

Tampoco resulta fácil aceptar la idea de que ha triunfado el bipartidismo, ya que el Pueblo de la Libertad –triunfador de las elecciones– tendría que dejar el Gobierno si, como ya sucediera en 1994, fuese traicionado por la Liga Norte, la cual ha conseguido un éxito tan amplio –hasta el 21 por ciento en Lombardía y el 26 por ciento en Véneto– que ha dejado atónicos incluso a los propios miembros del partido separatista.

El triunfo de la Liga Norte es de hecho el talón de Aquiles de Berlusconi. Durante la próxima legislatura se verá obligado día tras día a ajustar cuentas con el partido de Umberto Bossi, el cual anhela la secesión de Italia en dos Estados distintos para conseguir la independencia de la parte septentrional de la nación. Es la formación de Mario Borghezio, el parlamentario europeo que suele terminar sus discursos gritando el lema: "Padania independiente, Euskadi independiente". Un movimiento que cerró esta campaña electoral amenazando con emplear los rifles contra la "Roma ladrona". Bossi ha aclarado que encara esta nueva experiencia de gobierno como el último intento de la Liga de alcanzar la autonomía del Norte a través del camino democrático, ya que en el caso de que sus ambiciones federalistas fracasasen se vería obligado a recurrir a las armas poniendo en marcha la "revolución".

El éxito de la Liga Norte es, desde luego, una mala noticia, sin embargo compensada por la aniquilación del otro movimiento extremista que durante los últimos quince años ha logrado condicionar la vida política de la República. Se predecía que los partidos de la izquierda radical alcanzarían al menos el 8 por ciento de los votos, pero el resultado final ha sido una pesadilla para los comunistas. Las primeras proyecciones les concedían el 5 por ciento, sin embargo los miembros del partido radical expresaban sus perplejidades al respecto. "Se trata de un dato irreal –aseguraban– sin lugar a dudas obtendremos mucho más". Acertaban al no confiar en las proyecciones, porque de hecho el resultado definitivo fue muy distinto: la izquierda radical finalmente ha cosechado poco más del 3 por ciento de los votos y ha desaparecido por lo tanto del parlamento.

Se trata de un resultado histórico que acaba dando un motivo de satisfacción incluso al Partido Demócrata que, aun saliendo derrotado de las urnas, al menos se ha quitado de encima el peso de la izquierda radical, cuyas ideas maximalistas han conducido al fracaso a todos los Ejecutivos de centroizquierda de la historia italiana.

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