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Dario Migliucci

¿Montezemolo? ¡Ojalá!

Una nueva derecha encabezada por Montezemolo podría ser la única oportunidad para que Italia salga de una vez por todas del llamado sistema berlusconiano, un sistema en el que la actual izquierda se ha integrado perfectamente.

En Italia desde hace muchísimo tiempo se habla de la posible entrada en el mundo de la política del empresario Luca Cordero di Montezemolo. El presidente de Ferrari ha repetido una y otra vez que no está interesando en la carrera política, pero lo cierto es que no ha conseguido acallar los rumores sobre su futuro como presidente del Gobierno de Roma.

Montezemolo es amado, respetado y a la vez temido por todos los principales partidos italianos. Más de una vez se le ha señalado como líder del Partido Demócrata, es decir del centroizquierda, un escenario tan extravagante que no merecería la pena ni tomarlo en consideración si no estuviésemos hablando de un país acostumbrado a sucesos incluso más descabellados.

Con todo, si un personaje con el historial de Montezemolo entrase en política, lo lógico sería ubicarlo entre las filas de la derecha. Se ha comentado en más de una ocasión que sería el candidato perfecto para suceder a Silvio Berlusconi como líder del Pueblo de la Libertad, siempre que el Cavaliere decidiese apartarse del mundo político.

Con todo, cabe recordar que en Italia ya no hay una sola derecha. Desde hace unas semanas el ex aliado de Berlusconi, Gianfranco Fini, ha hecho pedazos la coalición de los conservadores, dando vida a Futuro y Libertad, movimiento que se propone construir una derecha liberal que se aparte del populismo berlusconiano. Y, por supuesto, en un abrir y cerrar de ojos Montezemolo ha sido indicado también como el posible líder de esta nueva formación política, que además se beneficiaría del apoyo del partido de otro ex aliado de Berlusconi, el católico Pier Ferdinando Casini.

Es una verdadera lástima que Montezemolo continúe negándose. El mundo político italiano no está precisamente abarrotado de personas competentes, de gran prestigio internacional y, por si fuera poco, sin antecedentes judiciales. Más bien, todo lo contrario: desde hace demasiado tiempo ministros y parlamentarios son elegidos por los partidos no por sus capacidades, sino por meras razones electorales, y eso incluso cuando se trata de personajes de moralidad cuestionable. Y en cuanto al prestigio internacional, se puede afirmar sin miedo a ser desmentidos que los representantes de los italianos, de escándalo en escándalo, no están ofreciendo una buena imagen de sí mismos y del país.

Para la derecha, si hasta hace algún tiempo Montezemolo era una simple opción, hoy día es casi una necesitad. De hecho, Berlusconi está haciendo tierra quemada a su alrededor, y los electores de derechas cuentan cada vez con menos oportunidades de identificarse con su movimiento político. En los últimos tiempos, el Cavaliere no sólo ha roto lazos con una parte importante de sus aliados de derechas, sino que ha vuelto a tener un choque frontal con los movimientos católicos, con los máximos representantes de los empresarios y con la asociación liberal Italia Futura, fundada por el propio Montezemolo. Y por si fuera poco, también ha sido sorprendido contando chistes escabrosos sobre los judíos y sobre las mujeres, llegando incluso a blasfemar, lo cual ha provocado hasta la intervención de la Santa Sede.

Si la derecha italiana no encuentra una nueva forma de ser –más alejada del berlusconismo y más cercana a una derecha de tipo europeo– su declive será inevitable, sobre todo considerando que, una vez que Berlusconi se haya jubilado, también desaparecerá el apoyo mediático que sus televisiones garantizan a los conservadores.

Una nueva derecha encabezada por Montezemolo podría ser la única oportunidad para que Italia salga de una vez por todas del llamado sistema berlusconiano, un sistema en el que la actual izquierda se ha integrado perfectamente. Por desgracia, Montezemolo vuelve a jurar que no entrará en política. Esperemos que no sea cierto. Muchos italianos estarían dispuestos a perdonarle esta mentira.

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