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Antonio Golmar

Paños calientes y mar de fondo

Mucho está en juego este fin de semana en Cataluña. No sólo para Rajoy, que a estas alturas es lo de menos, sino para todos, catalanes y no.

La enconada, agria e interesantísima pugna entre Daniel Sirera, Alberto Fernández y Montserrat Nebrera por la presidencia del PP de Cataluña concluye de la peor forma posible: dedazo genovés y paños calientes que sólo aplazan una batalla que tarde o temprano tendrá que ser librada. Más allá de las puñaladas y golpes bajos entre los candidatos, la lucha por el control del PP precisamente donde este partido es más necesario revela importantes diferencias ideológicas y estratégicas que no deberíamos pasar por alto.  

Del respeto a los acuerdos impuestos por Génova a Sirera y a Fernández y de la definición del “interés de Cataluña” que salga del congreso dependerán en buena medida la credibilidad del nuevo PP. La relación entre esta autonomía y el resto de España, así como la posición del PPC respecto a los nacionalistas que surjan tas el congreso podrían consolidar o lastrar de forma irremisible el frágil liderazgo de Rajoy.

Por una parte, el mantenimiento de Sirera al frente del grupo del PP en el Parlament garantiza la continuidad con la línea marcada hace un año por el hasta hoy presidente del partido en Cataluña. Dejando a un lado las leyendas negras e intoxicaciones fabricadas por algún ex político atolondrado, lo cierto es que Sirera ha reiterado que “no hay nada que hablar” con Convergència, y que cualquier colaboración pasa por un cambio en los planteamientos de los nacionalistas, nunca en los suyos. Además, él y sus diputados han defendido en perfecto castellano tanto su posición en el último debate de política general como la iniciativa de Convivencia Cívica Catalana por la libertad lingüística.

Sirera ha hecho de esta cuestión, enmarcada en la defensa de los derechos individuales contra el comunitarismo nacionalista, el eje de su oposición al tripartito. Dos diputados nacionales más en las últimas elecciones generales y la feroz campaña desatada contra él en los medios de comunicación dependientes de la Generalidad prueban que el breve Sirera no resulta cómodo a los nacionalistas.

En cuanto a Alberto Fernández, quien a pesar del desastre del Carmelo y otros desmanes no ha conseguido mejorar los resultados electorales del PP en esa ciudad, este político basó su campaña por la presidencia en descalificar a Sirera,  achacándole su apoyo a María San Gil para luego tacharlo de criptoconvergente. Promete una Cataluña “social, con orden y valores” y la defensa del bilingüismo en las administraciones públicas, aunque nunca ha descartado acuerdos estables con los democristianos de Unió. Fernández se hará cargo del aparato del partido. Además, su presencia y la de su hermano en los órganos de dirección de Génova podrían convertirlo en el hombre fuerte del PP en Cataluña. No obstante, la aparente incompatibilidad personal entre él y Sirera no augura nada bueno.

De la capacidad de Alicia Sánchez Camacho para poner paz dependerá en buena medida la suerte electoral del PP de Cataluña en las próximas elecciones autonómicas. Veremos si la senadora autonómica (su intento de conseguir un escaño en el Congreso por Gerona en las elecciones del 9 de marzo fracasó estrepitosamente) es capaz de ejercer su liderazgo prefabricado en Madrid o más bien se resigna a jugar un papel meramente decorativo.

Queda la diputada Nebrera, quien defiende casi en solitario lo que muchos denominan “el mito Unió”, consistente en propugnar la refundación del PP catalán para atraerse a un electorado liberal-conservador venga de donde venga, y de paso dejar de molestar con asuntos como la política lingüística. Un discurso que en principio no parece diferenciarse mucho del de Piqué. La resistencia de la candidata a retirarse en beneficio de la paracaidista de Génova le honra independientemente de las discrepancias con un proyecto político que se me antoja engañosamente liberal. La única incógnita es si el sábado conseguirá los avales suficientes (un 20% del total de los compromisarios) para que su voz sea escuchada, y si es así cuántos compromisarios la votarán como un acto de rebeldía ante lo que algunos consideran una injerencia intolerable en un asunto que podría haberse resuelto sin la intervención de Madrid.

Mucho está en juego este fin de semana en Cataluña. No sólo para Rajoy, que a estas alturas es lo de menos, sino para todos, catalanes y no. En el PPC sobra bilis y falta cabeza. Génova intervino para evitar que las cosas se salieran de madre. Me temo que al final el remedió será mucho peor que la enfermedad.

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