Menú
Hernán Felipe Errázuriz

Argentina en problemas

La crisis argentina se ha personalizado. Lo más obvio sería cambiar el estilo de Gobierno, caracterizado por su radicalización obcecada, cargada de populismos que ceden a la izquierda promovidos por Cristina y Néstor Kirchner.

Un vecino atribulado preocupa, y especialmente en el caso argentino. La economía vecina registra una inflación encubierta que puede descontrolarse, un sistema financiero y cambiario precario, una deuda externa en relación con el PIB tan elevada como en 2001 –factores otrora de severas desestabilizaciones que nos rebotaron–. En las crisis, los gobiernos argentinos suelen arroparse en nacionalismos, duplicar las apuestas, acometer "fugas hacia adelante", como calificó Borges la guerra de Malvinas, desligarse de compromisos mediante moratorias y expropiaciones y desconocer tratados internacionales.

La crisis argentina se ha personalizado. Lo más obvio sería cambiar el estilo de Gobierno, caracterizado por su radicalización obcecada, cargada de populismos que ceden a la izquierda promovidos por Cristina y Néstor Kirchner, con autoritarismos que exacerban la conflictividad.

Las uniones maritales de políticos son fatales para candidaturas y gestiones presidenciales. El negocio y sinergia de dos mandatarios por el precio de uno no funciona. Lo vimos con Ségolène Royal y su pareja, secretario general del socialismo francés; en la campaña de Hillary Clinton, intervenida por el ex presidente Clinton; en Benazir Bhutto, desplazada del Gobierno por las corrupciones de su cónyuge; y ahora, con Cristina amagada por su marido Néstor, presidente del justicialismo. Margaret Thatcher, Golda Meir, Indira Gandhi y Angela Merkel, todas ellas casadas, han ejercido brillantemente el poder sin co-gobiernos maritales: sus cónyuges, ignotos para el público, discretamente se distanciaron del mando.

Muchos responsabilizan a Néstor Kirchner como factor de la actual crisis argentina. Pero su alejamiento del poder real no basta. Se requieren rectificaciones institucionales y en el contenido de las políticas. Desde este lado de la frontera, por ejemplo, resulta impensable que un jefe de Estado posea la facultad exclusiva para establecer y disponer de los impuestos. Eso ya fue resuelto por la Carta Magna en el siglo XIII.

En la encrucijada, ¿tendrá Cristina la fortaleza de cambiar su estilo de Gobierno a pesar de su marido? ¿Podrán las instituciones argentinas recuperar la independencia de su gobernante y de las presiones callejeras? Si ello ocurre, será un paso hacia delante, y si no, otra fuga peligrosa.

Temas

En Internacional

    0
    comentarios