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Walter Williams

¿Vale la pena la universidad?

En 2006 el 50% de los licenciados universitarios suspendía un examen que pedía interpretar una tabla de doble entrada (ejercicio y presión sanguínea), entender los argumentos de editoriales de prensa o comparar entre ofertas de tarjetas de crédito.

Mientras los padres despiden a sus vástagos camino de la educación superior, podrían preguntarse si esta vale el dinero que se van a gastar y el tiempo que sus hijos le van a dedicar. El Dr. Marty Nemko ha investigado esa cuestión en un artículo titulado apropiadamente El producto más sobrevalorado de América: la educación superior.

Las estadísticas del Departamento de Educación de los Estados Unidos demuestran que 76 de cada 100 estudiantes que terminan el instituto entre el 40% de alumnos con peores notas no llega a licenciarse incluso si dedica ocho años y medio a la universidad. Eso sucede incluso en centros que han reducido los requisitos de entrada a fin de adaptarse a estos estudiantes. Solamente el 23% de los 1,3 millones de aspirantes que se sometieron a las pruebas estandarizadas de acceso en 2007 estaba preparado para realizar estudios de nivel superior en matemáticas, inglés o ciencias. Incluso si la mayoría de los estudiantes están grotescamente faltos de preparación para realizar estudios superiores, cada año los centros admiten a cientos de miles de personas así.

Aunque las universidades tienen fuertes incentivos financieros para admitir a estudiantes incapaces, para los que suspenden la experiencia puede resultar devastadora. Con frecuencia dejan a sus familias, o a ellos mismos, fuertemente endeudadas por miles de dólares. Además del trauma y de la baja autoestima por haber suspendido, y quizá la vergüenza ante sus familias. El Dr. Nemko afirma que lo peor de todo es que después de gastar miles de dólares, pocos de estos antiguos estudiantes universitarios habrían ocupado un puesto de trabajo que exija formación superior. No es infrecuente encontrarles conduciendo un taxi, trabajando en un restaurante o en una tienda, desempeñando alguna tarea que también podrían desempeñar siendo graduados del instituto o incluso si hubieran colgado los libros.

¿Qué hay de los estudiantes preparados para la universidad? En primer lugar, apenas el 40% de los 2 millones de alumnos de primer curso llega a licenciarse en cuatro años, y el 45% no lo consigue nunca. Con frecuencia, tener un título universitario no significa nada. Según un estudio del Pew Charitable Trust, en 2006 el 50% de los licenciados universitarios suspendía un examen que pedía interpretar una tabla de doble entrada (ejercicio y presión sanguínea), entender los argumentos de editoriales de prensa o comparar entre ofertas de tarjetas de crédito. Alrededor del 20% de los licenciados carecía de las habilidades cuantitativas para estimar si su coche tenía el suficiente combustible para llegar a la gasolinera. Según una reciente Encuesta Nacional de Alfabetización Adulta reciente, el porcentaje de licenciados poseedores de una prosa fluida se ha desplomado del 40% al 31% durante la última década. Según los empresarios, muchos licenciados carecen de las habilidades básicas de pensamiento crítico, redacción o resolución de problemas.

Los centros están para ganar dinero. Los estudiantes suponen un gasto. La investigación es una fuente de beneficios. Cuando las universidades presumen de contar con tal o cual profesor que ha obtenido un premio de ciencias o que ha ganado un premio Nobel, es raro que un alumno de primero de carrera vaya a tener a ese profesor en alguna asignatura. Es una táctica fraudulenta de venta mediante señuelo. A menudo, las clases no serán impartidas por un profesor, sino por un doctorando. Las facultades que reciben grandes dotaciones económicas son mucho mejor valoradas que las que enseñan bien. La excelencia académica es mal valorada con tanta frecuencia que el difunto Ernest Boyer, vicepresidente de la Fundación Carnegie para el Avance de la Enseñanza comenta con sarcasmo que "Ganar el premio de enseñanza del campus suele ser el beso de la muerte en lo que respecta a obtener plaza fija".

Padres y contribuyentes renuncian a miles de millones de dólares que son destinados a los centros de educación superior de la nación. Los centros ganan dinero tanto si los estudiantes aprenden como si no, tanto si se licencian como si no, y tanto si obtienen un buen puesto de trabajo tras licenciarse como si no. Las universidades practican ventas fraudulentas, extienden títulos falsos y toman parte en otras prácticas que serían punibles legalmente si las realizara cualquier otro tipo de empresa. Existe poca o ninguna supervisión de las más de 4.000 universidades en las que hay más de 17 millones de estudiantes matriculados. Hay algunos centros, por ejemplo elGrove City Collegey elHillsdale College, que realizan una buena labor de educación superior básica. Para encontrar información útil de lo que hacen las universidades, consulte con la organizaciónIntercollegiate Studies Institutede Delaware.

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