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Juan Carlos Girauta

La cópula del FMI

La peste de lo políticamente correcto, estrechamente ligada a la cultura progre, se ha hermanado, por mor del feminismo, con el más demencial puritanismo.

Queda establecido que la relación mantenida entre el director del FMI y la economista Piroska Nagy cae fuera del abuso de poder y del acoso sexual y que no ha derivado en trato de favor para con la subordinada. Pocas coyundas han sido examinadas con más detenimiento; en esta ha puesto la lupa el bufete Morga, Lewis & Bockius. No es descabellado pensar que las presiones ambientales despertaran en Strauss-Kahn un injustificado sentido de culpa. Más exactamente, debieron extender el malestar de un adulterio, que jamás debió superar la esfera privada, al ámbito público, con el propio director del FMI pidiendo perdón por carta a sus empleados.

Más allá de esta comprensible debilidad (¿quién no se ha sentido alguna vez culpable sin fundamento?) y aclarada la falta de relevancia pública del encuentro carnal, debió hacerse un respetuoso silencio. Silencio mediático, pues no es tarea de periodistas olisquear sábanas. Silencio institucional, pues ¿qué sabrán los funcionarios de la compleja red sentimental de un hombre? ¿Quiénes son ellos para opinar? No se trata de que nadie esté libre de pecado. Habrá fieles e infieles en ese lugar, como en cualquier empresa, club o coro. Se trata de que la peste de lo políticamente correcto, estrechamente ligada a la cultura progre, se ha hermanado, por mor del feminismo, con el más demencial puritanismo.

Sólo así se explica que la junta directiva de la institución, en vez de leer el informe del bufete, cerrarlo, quemarlo y pedirle perdón a su director por haber exhibido sus calzoncillos por toda la prensa internacional, opte por lo contrario: bajarle los ajetreados calzoncillos y propinarle una zurra a un hombre serio y cabal a cuenta de su privacidad. Ahí tienen a Shakour Shalan, acusando a Strauss-Kahn de "serio error de juicio", licencia que sólo se entendería si hablara en nombre de la esposa burlada. Pero resulta que la esposa tiene más entereza y estilo que los cuates del marido y, mira tú por dónde, no se siente burlada: ya hemos "pasado página" a esa "historia de una noche", comunica Anne Sinclair.

Pero Shalan insiste; se ha arrogado el papel de padre espiritual del FMI: "Le recomendé [a Strauss-Kahn] que esto no tiene que pasar de nuevo". Ignora Shalan la esplendorosa explosión sexual que propicia el trabajo en común de hombres y mujeres. Pasará de nuevo. Pasará todos los días hasta que el planeta desaparezca.

Lo más lastimoso es el modo en que el amante vapuleado ha interiorizado tanta basura y tanta moralina: "Acepto que este incidente representa un serio error de juicio". No se lo ha dicho a su esposa: agacha la cabeza ante la cofradía. (Primera acepción decofradía: congregación de devotos; cuarta acepción: junta de rufianes).

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