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Fundación Heritage

El autoritarismo en América Latina

Los problemas que la "revolución" intentaba eliminar siguen presentes: la desigualdad económica, la discriminación y el desempleo. Pero el precio pagado por los cubanos ha sido la represión policial y la censura.

El autoritarismo está creciendo en el hemisferio americano. Hace un mes, el presidente venezolano Hugo Chávez ganó unas elecciones que lo autorizan a reformar la Constitución de Venezuela para poder aferrarse al poder de forma vitalicia si así lo quiere. 

Sería fácil despreciar como sucesos de poca importancia lo que está sucediendo en Venezuela, Cuba, Bolivia y otros países de América Latina. Aunque el foco de nuestra atención está en estos momentos en la crisis mundial, también deberíamos prestar atención a los asuntos internacionales y a los méritos de defender instituciones como la democracia y la libertad.

El voto en Venezuela fue ajustado y Chávez ganó con el 54%, obteniendo la capacidad para eliminar el límite de mandatos presidenciales que le permitan presentarse nuevamente en el año 2012 y quedarse en el poder durante al menos dos décadas. Pero hasta el observador ocasional reconoce que el voto venezolano fue la culminación de una campaña intensa en la que incluso se llamó "traidores a la patria" a todos los que se oponían a la iniciativa de Chávez.

Aunque tal vez pensemos que las "dictaduras" y las "autocracias" son reliquias del pasado, los recientes comicios en Venezuela son un recordatorio de lo frágil que en verdad es la transferencia de poder de un líder a otro en elecciones democráticas.

Desafortunadamente, no es algo nuevo ver cómo líderes carismáticos y populistas alargan su estancia en el poder en Latinoamérica. Desde el siglo XVIII, los caudillos han gobernado varias zonas de América Latina, mayormente con poco éxito. Entre los contemporáneos encontramos al dominicano Rafael Trujillo y a la dinastía Somoza en Nicaragua. Y, por supuesto, ninguna lista de caudillos tiránicos estaría completa sin mencionar al líder máximo de Cuba, Fidel Castro, y ahora a su hermano, Raúl.

En el mejor de los casos, a algunos caudillos se les podría reconocer modestas reformas para mejorar la situación económica de sus pueblos al mismo tiempo que estimulaban la modernización. Pero en general, estos regímenes representan un asalto contra la humanidad, la democracia y las libertades civiles. Unos pocos se han beneficiado a expensas de muchos. La historia es testigo del abuso, corrupción y nepotismo de los caudillos a pesar de haber prometido una mejor vida para todos.

Casi 50 años después del inicio de la revolución cubana, la isla representa un buen ejemplo de las consecuencias de concentrar el poder en unas pocas manos. Cuba, un lugar que goza de una gran belleza natural, va de tropiezo en tropiezo con una economía rota y unos líderes que viven en el pasado. La isla ha sufrido una serie de "décadas pérdidas" por la falta de crecimiento económico. Mientras tanto, muchos de los problemas que la "revolución" intentaba eliminar siguen adelante de manera imparable: la desigualdad económica, la discriminación y el desempleo. Pero el precio que los cubanos han pagado soportando la represión policial, la censura y un conformismo impuesto a través de los años es incalculable.

La democracia se diferencia de la dictadura y del totalitarismo porque ésta realza los derechos y libertades del individuo frente al Estado. Reconocer el valor de las elecciones libres y justas es solamente una de las muchas características de una democracia. Y sin embargo, a pesar de los pésimos resultados del autoritarismo, todo indica que el atractivo del populismo y de la redistribución de la riqueza es demasiado intoxicante para muchos hasta el punto de que simplemente no se pueden resistir.

Al final, cada país escoge el camino a tomar. Pero como beneficiarios de tantos valores democráticos, siempre es bueno que recordemos lo afortunados que somos y que debemos permanecer vigilantes ante el avance del autoritarismo.

©2009 The Heritage Foundation
* Traducido por
Miryam Lindberg

Israel Ortega es especialista en Medios de Comunicación y Prensa de la Fundación Heritage y lleva mas de media década trabajando en Washington, D.C. y el Congreso.

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