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Antonio Golmar

Alta velocidad vallisoletana

En su ponencia política, apropiadamente titulada "Sin medias tintas", Borja y los suyos apuestan por la reducción real del Estado y la ampliación del ámbito de elección personal en todos los aspectos de la vida.

En el siglo XVIII el lobby lanero palentino tuvo una genial idea para combatir la creciente popularidad del algodón entre las clases pudientes del reino. Enviarían grupos de prostitutas ataviadas con prendas hechas con la fibra de ultramar a Madrid. De esta forma las mujeres burguesas evitarían el algodón por temor a ser tomadas por putas.

Apuesto a que algún madrileñista (dícese del atrevido que piensa que todo lo que acontece fuera de la capital simplemente no existe) se habrá creído la historia. Los hechos ocurrieron tal como los cuento, pero no en Palencia o Madrid, sino en París.

El pasado fin de semana, Nuevas Generaciones de Valladolid eligió como su nuevo presidente a Borja García Carvajal, un estudiante de último curso de Derecho y Empresariales con un puñado de buenas ideas que desmienten cualquier prejuicio o estereotipo sobre esa España con la que sueñan los nostálgicos de un futuro que jamás será y de un pasado que nunca fue.  

En su ponencia política, apropiadamente titulada Sin medias tintas, Borja y los suyos apuestan por la reducción real del Estado y la ampliación del ámbito de elección personal en todos los aspectos de la vida. De la energía ("central nuclear para Valladolid y fin de la unidad tarifaria, que obliga a los habitantes pobres de regiones con excedente energético como Castilla-León a subsidiar el consumo de los ricos de otras partes de España"), hasta la educación ("merito y excelencia, fin de la endogamia universitaria, empezando por la propia, y abolición de EpC"), pasando por asuntos tan controvertidos en el seno de su propio partido como el matrimonio para homosexuales ("la ley del PSOE fue una oportunidad perdida; además de consensuar el término, deberían haber liberalizado la herencia y permitido la suscripción de contratos prematrominales y de convivencia") la propuesta de los jóvenes militantes del PP de Valladolid ha suscitado encendidas críticas en algunos medios de comunicación.

Desde las páginas del diario Público, Borja ha sido descrito como "un muchachito aseado", y su ponencia calificada de "ultra". Por lo visto, a algunos izquierdistas la cadena perpetua "revisable" para los reos de ciertos delitos, la autofinanciación de los sindicatos –se les olvida la de las confesiones religiosas, que también figura en el manifiesto– la eliminación de impedimentos legales al establecimiento de nuevas industrias y el replanteamiento de la PAC ("el sistema no funciona porque favorece a unos pocos e inhibe la innovación y el espíritu emprendedor") les parecen simplemente inaceptables.

Por su parte, la web de extrema derecha Hispanidad tilda el programa de los nuevos peperos vallisoletanos de "relativista" debido a que Borja –quien "si tuviese novia usaría el preservativo, aunque cosa bien distinta son la gratuidad y esas campañas estatales, a menudo inútiles y a veces contraproducentes, pues fomentan la irresponsabilidad"– no le gusta que el Estado se meta donde no le llaman. Algo bueno tendrán estos chicos cuando suscitan la misma ira e idéntica mendacidad desde ambos extremos del espectro político.

Desde Madrid, tierra de planes Renove para electrodomésticos y ventanas, cine a un euro para la tercera edad, consejería de Deportes cerrada por imperativo judicial, concejalas fisgonas que hurgan en la basura de la gente, regidores bígamos a cuenta del presupuesto , generosas subvenciones al último bodrio de Garci y monumentales teatros sólo comparable a la vanidad de sus gestores y dignos de la difunta República Democrática Alemana (si Berltort Brecht levantase la cabeza se afiliaría al PP de aquí) saludo la valentía y la honradez de unos chicos que han puesto sobre la mesa lo único que importa: la libertad frente al dirigismo, el esteticismo y el chanchullo permanente de los profesionales de la cosa. Que dure.

En España

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