¿Católicos o sectarios?

Queridos amigos:

Como sobrino directo del sacerdote D. José Mª Osa, (difunto hermano de mi madre), a quien D. Juan Morote hace una alusión concreta en el artículo, hay un error serio que tengo el deber moral de intentar aclarar.

Mi tío no fue desterrado de la céntrica parroquia de Santa María a otra parroquia por haber cometido el delito de ponerse del lado de las víctimas antes que del de los verdugos. Eso no fue así y, por lo tanto no se corresponde con la realidad de unos hechos que conozco íntimamente. Por supuesto que mi tío estaba siempre al lado de las víctimas (llegó a dar la absolución "sub conditione" a un policía asesinado en el Boulevard donostiarra) y el Obispo y sus compañeros sacerdotes sabían cómo era y cómo pensaba, pero su nombramiento y traslado como párroco a otra parroquia no obedeció a esa causa ni fue un castigo. En la familia sí consideramos que, dada su edad, no era el destino más adecuado para él, destino que en los primeros años le hizo sufrir un verdadero martirio psicológico. Lo CIERTO en el caso de mi tío es que éste OBEDECIÓ a D. José Mª Setíén porque era un sacerdote fiel y obediente y entiendo que fue escogido por sus cualidades de paciencia, espíritu de oración, sencillez, mansedumbre y fidelidad al Magisterio de la Iglesia para poner orden en una parroquia cuasi ingobernable, a la que no querían ir ni los más progresistas párrocos, - uno de ellos abandonó a los meses -, pero esto no tiene nada que ver con víctimas o verdugos sino con la obediencia debida al Obispo. Esta fue la realidad y no otra. Ciertamente la frialdad frente a las víctimas de ETA ha sido un hecho en la diócesis de Guipúzcoa pero de ahí a la errónea interpretación que hace Juan Morote hay un largo trecho y, por encima de todo, está la verdad de unos hechos que conozco, personal e íntimamente pues conocí el sufrimiento moral de mi tío, y le ví llorar, ante la situación de la parroquia a la que fue enviado como párroco.

En segundo lugar y esta es una valoración muy personal, creo que el artículo politiza en exceso la figura de D. José Ignacio sin profundizar en la cuestión de fondo. El asunto es que aquí, por la vía del nacionalismo vasco, la oposición al régimen de Franco en el seminario ya en los años sesenta, la justificación de la violencia en muchas sacristías ya en aquellos años y una pésima interpretación de los documentos del Concilio Vaticano II, se han colado la desobediencia al Magisterio de la Iglesia y la banalización de los sacramentos, cuando no, lisa y llanamente, la falta de Fe, en muchos casos.

Por otra parte, es erróneo generalizar e identificar la posibilidad de poder bautizar rápidamente a un recién nacido con el hecho de que su nombre sea castellano o vasco o coincida o no con el de un etarra. No sé si ha ocurrido en algún caso pero desde luego no es general ni mucho menos. El problema ya no es tanto de carácter político cuanto ESENCIALMENTE RELIGIOSO y es que aquí, y por desgracia no creo que somos los únicos, bautizar a un recién nacido, con independencia de su nombre, cuesta un riñón en términos de tiempo. Es decir, se obliga a las familias a bautizar a sus hijos en un determinado día de forma “comunitaria”, rebajando, por tanto, la enorme importancia del Sacramento a un acto “prioritariamente comunitario”. De igual manera la última moda es que se celebren en un mismo funeral las exequias de varios difuntos con independencia de la fecha de fallecimiento del finado por lo que al final casi no sabes si das el pésame a la familia de uno u otro difunto.

Como escribe George Weigel en su libro “La verdad sobre el Catolicismo, página 76, (Ediciones Cristiandad), “La liturgia, como gran parte de los demás aspectos de la vida católica, se ha burocratizado en las últimas décadas. La mayoría de las parroquias cuentan con comités litúrgicos y, en muchos casos, el culto del domingo es planeado por un comité. No hay nada malo en esto por sí mismo, pero ayuda a contribuir a la idea de que la liturgia es algo que nosotros hacemos, más que algo que Dios hace y en lo que nosotros participamos”. Esto es lo que, por desgracia, lleva tiempo ocurriendo en Guipúzcoa, a lo que hemos de añadir la larga trayectoria de, como mínimo, "comprensión", cuando no connivencia, del nacionalismo vasco con ETA y su entorno en aras del mal denominado “conflicto vasco”. Pero pongamos cada cosa en su sitio y no mezclemos todo, porque, al final, podemos generar una enorme confusión y dificultar aún más la labor de nuestro nuevo Obispo.

Creo, pues que es hora de que laicos y medios de comunicación, al menos los que pensamos en términos de fidelidad al Magisterio de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana nos centremos en lo importante, que es la regeneración MORAL y RELIGIOSA del pueblo guipuzcoano, conversión en suma que ha de ser primero PERSONAL, porque sólo de esa regeneración en su sentido más TRASCENDENTE podrá venir la otra regeneración, la de las conciencias adormecidas y comprensivas, cuando no conniventes, con los asesinos de ETA y sus cómplices. No pretendamos hacerlo al revés, no pensemos que con la llegada de un obispo “no nacionalista” ya hemos resuelto el problema. La cuestión va mucho más allá y es la de ser fieles al Amor de Dios. Sólo con esa fidelidad, que puede conllevar el martirio, físico o psíquico, podremos avanzar. Con eso y con la ayuda Dios.

Confío, como escribe Juan Morote, en que la llegada de Munilla actúe como fermento de la levadura (quizá no tan escasa, aunque sí escondida) y acabe dando un gran fruto. Yo diría que la tarea que tiene por delante no es ardua, es titánica, pero, ciertamente, nada es imposible para Dios, contará con su ayuda y con las de las oraciones de muchos fieles.

Un muy cordial saludo, un fuerte abrazo para Juan Morote y mis mejores deseos para lo que queda de esta Navidad y para el próximo año 2010.

Juan Mª LÓPEZ OSA

Gracias Morote, yo también estoy en esa onda de la oración que todo lo puede.
Salud.