Menú
Florentino Portero

¿Y ahora qué?

Hasta la fecha Obama se ha comportado como alguien que se ve a sí mismo como una figura providencial llamada a trasformar Estados Unidos y, desde luego, a modificar su papel en el mundo.

La reciente elección de un senador por el estado de Massachusetts, el puesto dejado por Edward Kennedy, ha tenido el mismo efecto devastador que la voz de aquel niño que, desde su sabia inocencia, grito aquello de "¡El Rey está desnudo!". Ya no hay duda. Lo que venían adelantando los sondeos de opinión y apuntaron las elecciones a gobernador en Virginia y New Jersey iba en serio. Los norteamericanos están en desacuerdo con su presidente en la gestión de las grandes políticas: economía, sanidad y política exterior.

No me cabe duda de que lo relativo a la acción exterior no ha sido lo que más ha pesado en esta crisis sentimental, pero estoy convencido de que ha ayudado lo suyo. Unos no acaban de entender cómo el candidato Obama se comprometió tan claramente a cerrar Guantánamo y un año después sigue abierto ¿Es que no había estudiado el tema con el mínimo rigor exigible? ¿Acaso prometía lo que sabía que no iba a cumplir? Otros constatan que sus enfáticas proclamas sobre cómo resolver la crisis israelo-palestina o las crisis de proliferación nuclear iraní o norcoreana eran un descarado bluff. Obama no tuvo reparo en despreciar las propuestas de Bush, McCain y Clinton sin tener más que prejuicios y ensoñaciones como alternativa. Estados Unidos ha mejorado su imagen internacional, pero a costa de perder liderazgo, autoridad e influencia.

Obama tiene que ajustar su estrategia política si no quiere que las huestes demócratas sufran una debacle en las elecciones de noviembre. En el ámbito internacional tiene dos opciones: un giro hacia el realismo pragmático representado por Clinton y Gates o avanzar en la línea idealista y progresista que ha primado hasta la fecha. En alguna otra ocasión he citado un comentario que oí a un viejo analista de seguridad internacional en uno de los más conocidos y solventes think tanks de Washington. Ante la evidente ansiedad que nos producía oír sus discursos electorales nos trató de tranquilizar apuntando que Obama no era un irresponsable, era sólo un cínico ¿Hay alguna razón para estar tranquilo a sabiendas de que el presidente norteamericano es un cínico y un mentiroso? Yo creo que no. Pero, sobre todo, ¿es Obama un cínico? En mi opinión esa no es ni mucho menos su principal característica. Hasta la fecha se ha comportado como alguien que se ve a sí mismo como una figura providencial llamada a trasformar Estados Unidos y, desde luego, a modificar su papel en el mundo. No es Bill Clinton, no es un clásico demócrata del establisment, es un ideólogo. Sin duda puede cambiar, pero no será fácil.

No sé qué le aconsejarán Rahm Emmanuel y el resto de su equipo de expertos electorales, posiblemente ni ellos lo saben en estos momentos, pero sospecho que su primera reacción será dar tiempo para que sus políticas den fruto y confiar en el efecto que tendrá dentro de tres años, cuando trate de revalidar el cargo, el hecho de que no haya un solo soldado norteamericano en un campo de batalla. Se me escapa si el plan le dará buen o mal resultado. De lo que no tengo duda es de que Estados Unidos habrá perdido para entonces buena parte de su crédito e influencia y que, por lo tanto, nuestra seguridad ya no será la misma.

En Internacional

    0
    comentarios