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José Antonio Martínez-Abarca

Rubalcaba no amenaza

Cuando un ministro de Interior aventura que "ciertas decisiones" (como la de Tomás Gómez de contrariar a Zapatero) pueden traer "determinadas consecuencias", es seguro que las consecuencias determinadas están a punto de salir de la cocina.

En las películas de gángsters suele haber una escena que, más o menos modificada, se repite en ellas más que el personaje de la mujer fatal. Es cuando ese tipo empaquetado al que saludan por la calle besándole el anillo, como a los obispos, se mete en un establecimiento con el abrigo de cachemir sobre los hombros, tira el sombrero "borsalino" rodando sobre sí mismo como si fuera un "frisbee" hasta pararse en el perchero y entonces mantiene una agradable conversación con el dueño del local, quien se niega a que le proteja una organización filantrópica que se ha ofrecido amablemente a salvarle de ella misma. El dueño, en esas películas de gángsters, no sigue del todo las sutiles sugerencias de la charla. "No me estará usted amenazando...", inquiere al señor empaquetado, sin saber que está a un cuarto de hora de que se le queme espontáneamente el negocio. "¿Amenazando? ¡No, hombre, cómo iba yo a amenazar, por favor, soy un ciudadano
honrado! Sepa usted que a mí no me hace falta amenazar...".

A según qué militantes de base del PSOE, por ejemplo un tal Alfredo Pérez Rubalcaba, que es un ciudadano honrado, tampoco le es necesario hacer más indicaciones que las de mostrar, como cualquier afiliado al partido, "sus preferencias". Ellas no están con el candidato madrileño del PSOE Tomás Gómez. "Lo de Rubalcaba no serán amenazas, por supuesto...", se habrá asegurado el tal candidato, quien no sabe que está a un cuarto de hora de que las alcantarillas del Ministerio del Interior filtren a la SER que circula en moto trucada para producir contaminación acústica y que ingiere batidos con sabor vainilla en el gimnasio. Por supuesto. No son amenazas, como bien ha aclarado Alonso, el antecesor en el Ministerio, por tranquilizar a quien se tranquiliza con estas cosas. Cómo iban a ser amenazas, con lo vulgar que es eso, propio de gentes de mal vivir. Por quién lo hemos tomado. A Rubalcaba no le hace falta amenazar.

Eso sí, por alguna extraña razón que seguro tiene que ver con la teoría cósmica de lo azaroso, cuando un ministro de Interior aventura que "ciertas decisiones" (como la de Tomás Gómez de contrariar a Zapatero) pueden traer "determinadas consecuencias", es seguro que las consecuencias determinadas están a punto de salir de la cocina. Algunos ministros de Interior suelen tener una visión preclara de lo que ocurrirá en el inmediato futuro, con escaso margen de error. Digamos que están en privilegiado contacto con otras dimensiones espacio-temporales, sobre todo cuando se refieren a adversarios políticos (no digamos nada cuando no son adversarios sino enemigos, que, como dijo aquél, son los del propio partido). No por nada corre la leyenda de que este mismo Rubalcaba pegó un telefonazo desde un restaurante días antes de que los españoles fuesen a votar el 14 de marzo de 2004, y, como no podría ser de otra manera, acertó con sus
"preferencias": "hemos ganado las elecciones". Como acertará con las "determinadas consecuencias" para Tomás Gómez. Las consecuencias se están acabando de "determinar" a minuto de ahora mismo.

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