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Juan Morote

La rabieta de Ángel Luna

La pérdida de papeles de Luna evidencia que la tranquilidad no volverá al PSPV hasta el congreso que se convoque tras la previsible derrota electoral del próximo mayo.

Mucho ha llovido en la Comunidad Valenciana desde que Zaplana desbancó del lado confortable del arco parlamentario valenciano a los socialistas, que ya andaban divididos entre los partidarios de Lerma y los de Císcar. Con la partida de los dos hacia Madrid, el Partido Socialista quedó en Valencia descabalgado, sin proyecto, sin mensaje y, por supuesto, sin líder. Desde entonces, Zaplana, Rita y luego Camps, han mantenido a los chicos de Blanquerías (sede de los socialistas valencianos) ayunos de cualquier triunfo.

Así, en los últimos doce años, el PSPV-PSOE ha ido empeorando sistemáticamente sus resultados en la Comunidad Valenciana. Lo de Alarte, como próximo candidato socialista, no pasa de ser una broma. Por no conocerlo, no lo conoce ni un tercio de los que se declaran votantes socialistas; menuda garantía de éxito. Aunque condenado al ridículo electoral, Jorge Alarte parecía que había conseguido un cierto consenso en su candidatura, y esto daba mucho confort a los apparatchiks: no conseguirían nunca un alto cargo, pero, a cambio, podrían seguir viviendo o parasitando del partido que les cobija, siguiendo el modelo soviético de cargos intermedios.

En este panorama de absoluta previsibilidad y ausencia de espacio para la sorpresa, ha aparecido Antonio Asunción. Sin duda, Asunción encarna un estereotipo político muy atractivo, no sólo para el votante del PSOE sino en general para el votante sensato. Ha demostrado saber tener mano firme cuando la situación lo requería, dignidad cuando era esperada, y una buena dosis de valentía cuando ya nadie la aguardaba. Su irrupción ha puesto muy nerviosos a los socialistas, fundamentalmente porque les va a obligar a posicionarse en uno u otro bando, y es sabido que en un partido de izquierdas esto suele ser letal para los perdedores definitivos.

El estado de nervios generalizado se ha puesto de manifiesto de un modo muy especial en la conducta del portavoz, en este caso diríase portacoz, de los socialistas en las Cortes Valencianas. El señor Luna que es un chico de casa bien, aseadito universitario, perdió ayer el oremus confundiendo el culo con las témporas. De esta guisa, citó tan mal la Biblia que su intervención provocó entre sonrojo e hilaridad. Trató de acorralar a Camps con los temas de corrupción, en los que el propio Luna anda montado o simplemente conducido, tergiversó el evangelio para, en lugar de abstenerse de lanzar la primera piedra, fue al contrario quien la lanzó de forma patética, dando a entender que él sí es quien para juzgar y condenar por estar libre de pecado. Semejante y disparatado ejercicio de soberbia solo cabe en alguien que decididamente ha perdido la templanza.

La pérdida de papeles de Luna evidencia que la tranquilidad no volverá al PSPV hasta el congreso que se convoque tras la previsible derrota electoral del próximo mayo. Justo entonces, Antonio Asunción tendrá la verdadera oportunidad de hacerse con las riendas de su partido. No obstante, para que esto resulte efectivo será necesario que el ex ministro entre en las listas de Alarte para gozar de visibilidad y protagonismo político en el parlamento autonómico, y esto va a costar más de una rabieta a Luna y cía.

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