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Daniel Rodríguez Herrera

Tecnología, caca

La tecnología, nueva o vieja, no es ni puede ser responsable de lo que hagamos de ella. El móvil no tiene la culpa de que la señora que se ha sentado a tu lado en el autobús se pase el trayecto gritando. El problema es que es una maleducada.

Puede que usted crea lo contrario, pero las pistolas no matan a la gente. Lo hacen unos señores que pulsan el gatillo, empleando así las armas como herramienta para lograr su objetivo, que es matar gente. Parece bastante elemental, pero después de tantos años escuchando que las armas matan parece llegado el momento de tener que insistir en lo obvio.

El correo electrónico no ha distribuido una falsa tesis en la que su autora daba pelos y señales de los catorce gachós que tuvieron en su día la suerte, y ahora la desgracia, de compartir con ella el lecho o, en algún caso, la biblioteca de la Universidad de Duke. Tampoco Twitter humilló al estudiante novato Tyler Clementi hasta el punto de llevarlo a decidir suicidarse, ni iChat se dedicó a emitir sus encuentros homosexuales. Lo hicieron personas de carne y hueso, con nombres y apellidos, que fueron quienes pulsaron las teclas, movieron el ratón y colocaron la webcam.

Sin embargo, nunca cesan las voces que insisten en que internet es malo, que debe estar intervenido, que debe ser regulado, que debe ser directamente prohibido. Durante un tiempo las únicas noticias sobre internet que aparecían en los telediarios eran sobre redadas contra redes de pornografía infantil. Internet es demasiado grande y está demasiado presente en nuestras vidas para que continúe el mismo tratamiento, pero para muchos las redes sociales cumplen ahora el papel del malo estupendamente bien.

La tecnología, nueva o vieja, no es ni puede ser responsable de lo que hagamos de ella. El móvil no tiene la culpa de que la señora que se ha sentado a tu lado en el autobús se pase el trayecto gritando. El problema es que es una maleducada. O está sorda, quién sabe. Cuando diga alguna cosa en Facebook o Twitter de la que más tarde me arrepienta, y no descarto que lo haya hecho ya, la culpa no será de las redes sociales, sino mía.

La tecnología nos hace más fácil la vida. Su misión es permitirnos hacer cosas que antes nunca soñamos poder hacer, o facilitarnos nuestro día a día. No deja de ser lógico que siendo hoy mucho más sencillo hablar con esa tía-abuela que vive en Wisconsin, también lo sea equivocarse y mandarle un mensaje que creíamos destinado a nuestra señora diciendo lo gorda que nos cae y lo que desearíamos que la palmara para cobrar la herencia y tener una casa de verano en Estados Unidos.

La tecnología no ha hecho a la fresca de Duke imbécil, ni hijos de puta a los dos compañeros de Rutdgers que se dedicaron a grabar a Clementi. Han sido ellos solos. Como si no tuviéramos de ambas clases a punta pala antes de que inventaran el Facebook.

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