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Adolfo D. Lozano

El secreto olímpico de nazis y soviéticos

En aquellos años 20, los alemanes habían descubierto algo notablemente importante: las enormes propiedades, en este caso sobre el rendimiento físico, de la vitamina D.

Fue en mayo de 1931 cuando la ciudad de Berlín fue elegida sede de los Juegos Olímpicos de 1936. Algo menos de dos años después, en 1933, Adolf Hitler fue nombrado canciller alemán y el nazismo comenzó a implantar su programa político. En aquellas Olimpiadas, Hitler quiso mostrar una Alemania arrolladora, una auténtica potencia capaz de enfrentarse a cualquier desafío o potencial enemigo. Sería pues el estandarte perfecto donde demostrar al resto del mundo los prodigios de su ‘raza aria’. Y parece que lo consiguió a juzgar por el indiscutible éxito deportivo. Alemania finalizó aquellos Juegos Olímpicos con más medallas de oro que ningún otro país, treinta y tres, y más medallas totales también, ochenta y nueve frente a las sólo cincuenta y seis del segundo, Estados Unidos. En una época donde el cine empezaba a cobrar protagonismo social, Leni Riefensthal encumbró a Hitler y por supuesto el vigor físico y la dominación olímpica de la nueva raza aria del nazismo en unos documentales, como el famoso de Olimpia, que han pasado a la historia del séptimo arte.

Ya en los años 20, los científicos alemanes habían hecho diversas investigaciones con el objetivo de mejorar el rendimiento físico y deportivo que vinieron como anillo al dedo al programa nazi en los años 30. Y, obviamente, aquellos científicos sabían que contarían con todo el apoyo de Hitler para tal propósito. Una revisión científica publicada en alemán en 1940 mostraba cuán avanzados estaban los germanos en este terreno:

Es un hecho bien conocido que el rendimiento físico puede ser mejorado a través de radiación ultravioleta. En 1927, se convirtió en un gran argumento tras la decisión de la Asociación de Nadadores Alemanes de que usar lámparas ultravioletas como ayuda era una ventaja injusta, es decir, una suerte de dopaje. En 1926, Rancken había reportado mejorías en nadadores tras exponerles repetidas veces a radiación ultravioleta. A través de diversos experimentos, Backmund mostró que tras esa radiación tiene lugar un sustancial incremento de la actividad muscular.

En aquellos años 20, los alemanes habían descubierto algo notablemente importante: las enormes propiedades, en este caso sobre el rendimiento físico, de la vitamina D. En 1952, el investigador alemán en medicina deportiva Spellerberg presentó ensayos tan consistentes sobre estos efectos que el Colegio Deportivo de Colonia lo notificó oficialmente al Comité Olímpico Internacional.

Al otro lado del telón de acero, otra dictadura totalitaria trabajaba intensamente por demostrar su superioridad en todos los aspectos, incluidos físicos. Era el comunismo soviético bajo su ideario marxista-leninista. Francamente resulta curioso que, debido a la presión de las autoridades por conseguir buenos resultados deportivos, los investigadores soviéticos habían llegado por su cuenta en los años 30 a conclusiones similares sobre la radiación solar (que genera vitamina D) y el rendimiento físico. Así, en 1938 reportaron que los escolares que recibían exposición ultravioleta mejoraban significativamente sus tiempos en 100 metros lisos. En concreto, los escolares que entrenaban sin rayos ultravioleta acababan mejorando un 1,7% sus tiempos, mientras que los que sí recibían dicha radiación lo hacían un 7,4%. Esto es, aumentar el nivel de vitamina D pareció mejorar casi por cinco los resultados del entrenamiento solo. El dominio olímpico soviético en los años 60 y 70 en parte puede explicarse ahora por ese secreto, que ya para entonces se convirtió en práctica habitual de losatletas rusos. Estudios recientes han mostrado que los suplementos de vitamina D pueden mejorar la masa muscular, el rendimiento físico cardiovascular, reducir las pulsaciones en reposo y mejorar los tiempos de reacción. Hoy algunos entrenadores y deportistas parecen empezar a descubrir la importancia de esta vitamina D tan estudiada en este ámbito en las antiguas literaturas nazi y soviética.

Ahora recordemos que los niveles adecuados de vitamina D en sangre pueden prevenir una multitud de formas de cáncer o la enfermedad cardiovascular, evitar la esclerosis múltiple en el futuro niño o las llamadas depresiones estacionales que se producen cuando apenas vemos luz solar. La ciencia, a veces, resulta maravillosa. Y, sin duda, la D es una vitamina maravillosa.

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