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Guillermo Dupuy

Excusas para la estupidez y la cobardía

Si Rajoy hubiera manifestado firmeza y desconfianza ante el comunicado etarra, el líder del PP no habría hecho más que conectar electoralmente con esa inmensa mayoría de ciudadanos que no se cree que hayamos alcanzado el fin del terrorismo.

Imaginen que Rajoy hubiera respondido al último comunicado de ETA más o menos de la siguiente forma: "Aun en el caso de que los terroristas se hubiesen limitado en este comunicado a anunciarnos el cese definitivo de su mal llamada 'actividad armada', cosa que desgraciadamente no han hecho, la obligación de todo gobierno debe ser la de no fiarse y mantener alerta a todos los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, no sólo por si los terroristas revocan o incumplen su supuesto compromiso, sino también para tratar de que no sigan impunes muchos de los crímenes pasados, cuyos autores aun siguen en libertad. Esta obligación moral, legal y política, a la que en todo momento nos llama nuestro respeto a la Justicia y la observancia de la ley y del Estado de Derecho, es aun más ineludible desde el momento en que son los propios terroristas los que, vanagloriándose de su historial criminal y sin anunciarnos su disolución, condicionan claramente su supuesto 'cese definitivo' de la violencia a un mal llamado 'proceso de diálogo' con el gobierno de Francia y España, destinado a la obtención de impunidad para sus militantes, así como a la consecución de sus conocidas e inconstitucionales pretensiones soberanistas por las que nos han venido asesinando.

Aunque sea legítima la esperanza de que estas inadmisibles exigencias de los terroristas pudiesen ser, en realidad, un farol o una manera de ocultar la asunción de la derrota a la que le condena la firmeza del Estado de Derecho, nuestra obligación pasa, no obstante, por no tratar de engañarnos a nosotros mismos y por no asumir como el fin del terrorismo el apenas maquillado chantaje que conlleva el comunicado etarra. El Partido Popular brinda su apoyo al Gobierno de cara a hacer frente al chantaje y tratar de impedir que los terroristas lo maquillen como si de la consecución de la paz se tratara. El PP mantendrá este apoyo al Gobierno en este sentido tanto como lo demandará de la oposición en el caso de ser nuestro partido el que asuma las responsabilidades de Gobierno tras las próximas elecciones generales".

Es público y notorio que, lamentablemente, Rajoy no respondió de esta guisa ni con nada que se le parezca al último comunicado de los terroristas. En lugar de ello, Rajoy prefirió dar credibilidad y celebrar el supuesto "cese definitivo de la violencia", para lo que tuvo, lógicamente, que negar las concesiones políticas que ya se le han hecho a la banda, como ocultar las que los terroristas nos siguen exigiendo en su comunicado. Así, y a la luz de lo declarado por Rajoy, omisiones del deber de perseguir delitos y delincuentes, como la que tan flagrantemente se ha perpetrado en el caso de Josu Ternera, o la celebración y participación socialista en una Conferencia destinada a "internacionalizar" el supuesto conflicto, o la inaplicación de la Ley de Partidos a los proetarras de Bildu y Amaiur, no son concesiones que ya se le hayan hecho a la banda, por mucho que algunas de ellas lo sean hasta el extremo del delito.

Lo que me asombra ahora, sin embargo, es la actitud de quienes, aun sin hacer suya la postura de Rajoy, muestran condescendencia hacia su inadmisible declaración de las más diversas e inconsistentes maneras. Unos lo hacen argumentando de forma circular: "Rajoy no ha querido distanciarse de la versión oficial para evitar la confrontación con el Gobierno". En primer lugar, dudo mucho que el Gobierno se hubiera atrevido a maquillar el comunicado etarra si hubiera tenido la total seguridad de que el PP no iba a contribuir en lo más mínimo a esa mentira institucionalizada. Pero es que, además, esta forma de argumentar trata de justificar un hecho por la existencia misma del hecho. Si a estos comentaristas le preguntas por qué el líder del principal partido de la oposición ha querido evitar la confrontación con el Gobierno, no te extrañe que te responsan con un "para evitar distanciarse de la versión oficial".

Hay otros analistas que, aun reconociendo que Rajoy haya podido dejar al margen los valores que ha venido defendiendo su partido, presentan su aportación a la mentira institucionalizada que padecemos como una especie de "táctica" o de muestra de "pragmatismo" por razones electorales. Sin embargo, si la declaración de Rajoy puede considerarse como una traición a los principios –espero que pasajera-, más pertinente sería calificarla, desde el más elemental sentido del pragmatismo, de estupidez; estupidez que no dejaría de serlo aunque también fuese pasajera. Y es que si Rajoy hubiera manifestado firmeza y desconfianza ante lo declarado por los terroristas, el líder del PP no habría hecho más que conectar electoralmente con esa inmensa mayoría de ciudadanos que no se creen que hayamos alcanzado el fin del terrorismo.

Esto y no otra cosa -que nadie se llame a engaño- es lo que revelan las encuestas, tales como las que El Mundo publicó pocos días después del comunicado terrorista. Y es que el hecho, también cierto, de que el terrorismo haya descendido peldaños como preocupación entre los españoles, es tan lógico, en unos momentos de tregua y de brutal crisis económica, como compatible con el hecho, no menos cierto, de que los ciudadanos no secundan en las encuestas la confianza que nuestras élites políticas y mediáticas han otorgado al anuncio del cese definitivo hecho por una organización terrorista que se niega a disolver tanto como a mostrar el más mínimo arrepentimiento.

A esto habría que sumar la encuesta que publicaba este lunes el diario El Mundo en la que una inmensa mayoría, también entre el electorado socialista, rechaza el acercamiento de los presos, la reducción de sus condenas o la abolición de la ley de partidos.

No, no nos equivoquemos. El problema no está, o no está principalmente, en el "silencio ciudadano", ni en unas masas ansiosas de ganar dinero para pedir "dos más de gambas", ni en un "pueblo" ansioso de que le suministren "el opio de la paz". El auténtico problema está en los complejos de una parte de nuestras élites políticas y mediáticas que se pliegan al nihilismo y a la complicidad de la otra parte. Es la mediocridad de unas élites que todavía no han abandonado el paradigma del "final dialogado de la violencia" que todas ellas secundaron en el funesto Pacto de Ajuria Enea; es esa mezcla de estupidez, cobardía y falta de confianza en los propios principios; son esos "maricomplejines", que diría Jiménez Losantos, que llevan a nuestra derecha a temer más lo que digan de ella sus adversarios políticos y mediáticos que lo que opine una inmensa mayoría de ciudadanos, tan silenciosa como silenciada.

Gracias a la desconfianza que los ciudadanos todavía conservan hacia la ETA y a la desastrosa situación económica a la que nos ha llevado el gobierno de Zapatero, la estúpida y contraproducente baza electoral que Rajoy ha brindado al PSOE entorno al supuesto "final del terrorismo" apenas ha logrado mejorar las expectativas de voto de los socialistas. Sin embargo, por mucho que Rajoy pueda permitirse estos errores, dada la gran ventaja que el PP conserva en las encuestas, esto no los convierte en aciertos. Esperemos que ese error táctico y esa falta de principios sean tan pasajeros como permanente la firmeza y desconfianza de los ciudadanos ante la ETA.

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