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EDITORIAL

Nunca Máis, nunca más

Con un oportunismo patológico y la habitual carencia de escrúpulos, PSOE y BNG tratan de aprovechar el incendio para erosionar al gobierno gallego. Nadie olvida el Prestige, como tampoco nadie puede obviar la lamentable situación de estos dos partidos.

El devastador incendio en el enclave de la provincia de La Coruña conocido como Las Fragas del Eume está ya controlado y se espera que sea extinguido en las próximas horas. El trabajo de los equipos de extinción ha conseguido que el fuego afecte sólo "al 10 por ciento" del parque natural, en unas condiciones muy adversas. El fuerte viento, las temperaturas más altas de lo habitual en estas fechas y la fortísima sequía que padece Galicia –la peor en décadas– no lo han puesto fácil. Conviene además recordar, a la hora de buscar culpables, que el incendio ha sido provocado. No hay un solo indicio que apunte a una negligencia de las autoridades en el origen del fuego.

Todavía es pronto para hacer un balance de los daños causados pero no cabe duda de que son de gran importancia. Según la Xunta, de las 750 hectáreas calcinadas 370 corresponden a las áreas de "mayor interés de conservación". Existe además el riesgo de que futuras lluvias arrastren las cenizas al cauce del río Eume, lo que sería un auténtico desastre ecológico. Pero lamentablemente no es esto lo que explica la reacción extemporánea de los partidos de izquierda culpando al Gobierno de Feijóo de lo sucedido. Con un oportunismo patológico y la habitual carencia de escrúpulos tratan de aprovechar el tirón mediático de la noticia para erosionar al Gobierno gallego ante la cercanía de las elecciones.

Nadie olvida el Prestige, como tampoco nadie puede obviar la situación en la que se encuentran los dos partidos de la oposición. El BNG está en pleno proceso de descomposición, con varias escisiones, la más importante encabezada por el líder histórico del nacionalismo, Xosé Manuel Beiras, que han dejado prácticamente sola a la marxista y recalcitrante UPG. El PSOE gallego acaba de celebrar un congreso marcado por la división y la ausencia de alternativas a un líder gris sin el menor tirón electoral, como Pachi Vázquez. Ni siquiera les queda la esperanza del regreso de un José Blanco desactivado políticamente por la Operación Campeón.

Nadie olvida tampoco que fue bajo el gobierno bipartito de PSOE y BNG, en agosto de 2006, cuando Galicia vivió una de las peores oleadas de incendios que se saldó con 88.000 hectáreas quemadas, 4 muertos y más de 60 detenidos. No debe olvidarse, además, el intento de muchos de los cabecillas de Nunca Máis de responsabilizar al PP, entonces en la oposición, como urdidor de una oscura trama incendiaria para dañar al Gobierno de Touriño y Quintana que nunca se aclaró. Por no olvidar, cabría reseñar que el hoy líder de los socialistas gallegos era entonces consejero de Medio de Ambiente de la Xunta. Y puestos a seguir haciendo un ejercicio de memoria, Elena Valenciano bien podría acordarse del incendio de Guadalajara, antes de sumarse alegremente desde Ferraz a la ceremonia de la confusión de sus colegas gallegos.

Los incendios provocados son un mal endémico en Galicia desde hace décadas. Ya en 1989, tras su llegada a la Xunta, la reducción de los fuegos fue uno de los primeros logros de Manuel Fraga. Sin embargo, se siguen repitiendo estas oleadas de forma cíclica, especialmente en tiempos de escasez de lluvias. Hay para ello razones –culturales, económicas y hasta por la propia orografía de Galicia– que van más allá del Gobierno de turno. Ante esto, lo más sensato parece lo apuntado por el presidente Núñez Feijóo: endurecer las penas para los incendiarios, que han disfrutado de mucho tiempo de total impunidad.

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