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Cristina Losada

La reserva folclórica de España

El alcalde pudo vindicar la plena soberanía de su pueblo para convertirse en productor de marihuana. Y a ver con qué autoridad podía negarle CiU a Rasquera ese derecho a decidir y ese derecho a insubordinarse.

Los ayuntamientos fueron extravagantes en el gasto y ahora se ponen estrafalarios en los ingresos, como ejemplifica el caso de Rasquera. Su hoja de ruta para salir de los números rojos era la hoja de marihuana. Una plantación de siete hectáreas que iba a gestionar una asociación de amigos del cannabis con la promesa de reportar a las arcas municipales más de un millón de euros. Y es que ya no saben qué hacer para recaudar y cuando se les ocurre algo son temibles, más aún donde las instituciones tienen por costumbre subirse a la parra. Así, el alcalde Bernat Pellisa, de la Esquerra Republicana de Cataluña, pudo vindicar  ante las mismas narices del  gobierno autonómico, la plena soberanía de su pueblo para tomar la decisión de  convertirse en uno de los  mayores productores de marihuana de Europa. Y a ver con qué autoridad podía negarle CiU a Rasquera ese derecho a decidir  y ese derecho a insubordinarse.  

Avezado en las prácticas consultivas del independentismo catalán, Pellisa convocó su referéndum con la  pregunta tramposa. No preguntó si querían tener en el pueblo un gran campo de maría. Quita, quita. Preguntó si estaban de acuerdo "con el desarrollo del plan anticrisis 2012 aprobado por el Ayuntamiento en la sesión plenaria del 29 de febrero". Igual que en los referendos secesionistas, fue a darle aspecto respetable a un esperpento. Un disfraz inútil y un blanqueo absurdo, porque todo el mundo sabía de qué planta iba el asunto. Y los partidarios no se andaban con melindres, tal como una señora de edad que manifestaba no estar "a favor de la droga", pero sí de su cultivo porque, ah, de no hacerlo ellos, lo harían en otro sitio. Que es, en esencia, el mismo razonamiento de Felipe González cuando alguien le reprochaba que su gobierno vendiera armas. Doctrina socialista.

A la Generalidad catalana, siempre preocupada por el "qué dirán" ahí fuera, quizás le inquiete que esta publicitada iniciativa de Rasquera dé, otra vez, mala imagen y haga pensar que Cataluña es la reserva folclórica de España o que ha experimentado un cambio singular en la especialización productiva. Y, en verdad, sería injusto considerar que la región es una avanzadilla friki por culpa de ese proyecto de la marihuana. Porque todos los días el nacionalismo ofrece, y desde las más altas instancias, material de sobra como para percibirlo como agente desestabilizador, campeón del desacato y fiera del radicalismo. A su lado, en fin, la maría es inofensiva.    

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