La muerte del opositor cubano Oswaldo Payá y su colaborador Harold Cepedo tras un extraño accidente de tráfico ocurrido en una carretera de la provincia de Granma, en el Este de la isla, arroja todavía grandes dudas que, cabe esperar, se irán despejando en las próximas horas con las declaraciones de los otros dos ocupantes del vehículo accidentado. La siniestra ejecutoria del castrismo y su falta de escrúpulos en el trato a los ciudadanos que se oponen a su cruel dictado permiten albergar serios temores de que estemos ante un asesinato, otro más, cometido por los aparatos de represión de la dictadura.
Oswaldo Payá estaba amenazado de muerte por el castrismo y en anteriores ocasiones ya había sufrido el acoso de los esbirros de los hermanos Castro incluso en circunstancias similares a las que, según la hija del disidente fallecido, tuvieron lugar en esta ocasión con el resultado de la muerte de su padre y uno de sus acompañantes.
El principal lacayo de la dictadura caribeña en España, como corresponde a su condición servil, se ha apresurado a desdeñar la trágica desaparición de un luchador por la libertad como si su muerte no tuviera otro significado que engrosar las estadísticas de accidentados. No cabía esperar otra cosa de un palafrenero del dictador cubano, que disfruta en España de los derechos que su amo niega a todo un pueblo utilizando los mecanismos que caracterizan al terrorismo de estado más repugnante.
La muerte de Oswaldo Payá, en todo caso, es una gran pérdida para los cubanos que confían en alcanzar algún día la libertad que la dictadura castrista les niega desde hace más de cincuenta años. Al frente de su Movimiento Cristiano de Liberación y con iniciativas como el Proyecto Varela, que en 2002 llevó por primera vez miles de firmas al parlamento títere cubano exigiendo un referéndum para la reforma democrática, Payá forjó a lo largo de décadas un compromiso innegociable a favor de la libertad y la democracia al que se han ido sumando miles de cubanos a pesar de las duras condiciones que la dictadura castrista reserva para los disidentes.
Pero no sólo la disidencia democrática cubana ha recibido un duro golpe con la desaparición de uno de sus principales símbolos. También todos los que defendemos la libertad fuera de Cuba tenemos motivos para lamentar profundamente no sólo la tragedia personal que toda muerte acarrea, sino también la pérdida de un referente que en las más duras condiciones tuvo el valor de defender principios sin los cuales la vida no merece la pena ser vivida.
A la espera de conocer los detalles de su muerte, y de exigir las acciones que competen a todo país democrático en caso de que las sospechas de asesinato se confirmen, Libertad Digital rinde hoy su homenaje más sincero y emocionado a la figura de un luchador por la libertad en el que todo ser humano digno de tal condición debería mirarse siempre con orgullo. De los cubanos que quieren una patria libre y los que los apoyamos en su lucha por la dignidad de todo un pueblo, depende a partir de ahora que las trágicas muertes de Oswaldo Payá y Harold Cepedo no hayan sido en vano. No lo serán, por más que los lacayos de la dictadura más sangrienta y duradera del planeta se empeñen en lo contrario.

