El bueno de Serafín Castro iba por los platós diciendo que no se podía hablar de error policial en el caso de los niños desaparecidos de Córdoba. Pues nada, comisario, ya ha ratificado el juez que se trata de un error garrafal de algunos miembros de la policía científica, y por ende, del jefe de la investigación. Así que, apreciado Serafo, se acabó tu chance, con lo contento que ibas con tu diente de zorro en el bolsillo, para que viera la Canallesca lo fácil que es confundir un trozo de humano con un animal.
Resulta que no, que no es tan fácil confundirlos, como decía la perito que salió el domingo, respondona, en el especial de El Mundo, "los huesos de todos los cachorros, incluidos los humanos, son muy parecidos", lo dijo así de orgullosa y convencida. Para empezar, cachorros tienen las gatas y las perras, los humanos tenemos bebés o niños, que tienen piernas en vez de patas. O sea, que ese lenguaje está fuera de tono en un ámbito científico. La señora perito forense, que tiene serias dudas ante los fragmentos de hueso, sin embargo es capaz de decir, según Antena 3: "Los cadáveres son como una diva". Así, sin titubeos. Dándose importancia, desdeñosa, pese a ser incapaz de distinguir un astrágalo (hueso del pie que mereció una novela), tres había entre los restos de Las Quemadillas.
En el engorro de las filtraciones, no nos dijeron que había también dientes quemados. Y al menos una dentadura completa; al parecer, de un varón. Con los dientes sí que es imposible equivocarse. Se ven las coronas, las raíces, claramente humanas. La perito, de la que se predica es médico y cirujana, vio allí piezas de esqueletos de animales herbívoros y omnívoros. Donde ella miró de soslayo, vieron Echeverría Gabilondo y Bermúdez de Castro partes de dos pequeños incinerados.
La señora forma parte de un grupo de cuatro o cinco técnicos antropólogos, y sin embargo al final firmó el trabajo ella sola. ¿Los demás tenían dudas? ¿No les consultó? Sucedió hace diez meses, con la anterior Administración, y los jefes de entonces, acostumbrados como todo el mundo a ver los informes de peritaje con al menos dos firmas, dieron por buena aquella opinión única en el caso más peliagudo con el que se habían enfrentado.
Mientras, en superficie, lejos de la profundidad de los laboratorios, los agentes de a pie escoltaban al sospechoso como si le acompañaran en la recogida de datos o en la práctica de pesquisas, alimentando su ego, haciéndole famoso en los telediarios. A la semana, el sospechoso policial número uno era un habitual de la televisión, con un aura de incomprendido que le asignó un lugar entre la gente importante: estaban las estrellas del rock, los astros del fútbol, los frikis de la TV... y el padre que supuestamente busca a sus hijos.
En Las Quemadillas, nada más entrar, había una fogata extraña que lo explicaba todo para el que supiera mirar. Un fuego de forma alargada, distinto de los habituales, redondos, que había generado mucho calor y una mesa de metal que podría haber servido para hacer un horno, una cosa rara que a lo peor se aprende en las guerras que algunos Gobiernos llaman actos de paz. De ella se recogieron fragmentos óseos, y se permitió que los examinara la señora, que no era la primera vez que dudaba demasiado, que tardaba una eternidad en decidirse y que veía huesos de animales por todas partes, cadáveres como divas parecidas a Liz Taylor.
Analizas los dictámenes de los forenses Echeverría y Bermúdez de Castro, colgados en internet, y aparecen razonados, con rigor científico, con ejemplos claros, subrayadas las claves de la interpretación; y luego comparas con el escrito de la perito, que a vuelapluma concluye, sin mayor base: "No hubo quema de huesos humanos". Estamos ante el mayor fiasco de un miembro de la científica. Pero la metedura de pata fue aun mayor por parte de los jefes.
Por cierto, ¿esta señora se ha equivocado más veces? Actuaba sin red y con supervisores incapaces. Ande, doctora, deje el hueso, que ya me lo haré mirar en casa.

