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Obama y Teherán: segundo asalto

Si Israel lanza la primera piedra, aún es una incógnita la posición que adoptarán tanto los Estados Unidos como la OTAN.

Con el segundo mandato de Barack Obama surgen las mismas incógnitas que con sus antecesores. ¿Qué política exterior planteará? El mero hecho de la reelección parece sugerir una agenda continuista, especialmente en lo tocante a Oriente Medio. Sin embargo, la situación política en esta región puede requerir hacer algo más que permanecer impasible, como un espectador lejano.

La estrategia desplegada hasta el momento con respecto al programa nuclear iraní se ha limitado al doble juego de, por un lado, presionar con sanciones económicas y, por otro, ofrecer continuamente diálogo al régimen de Ahmadineyad. Esta política ha mostrado sus frutos en materia económica, con las finanzas persas al borde del colapso y una población cada vez más descontenta. El simple hecho de que Irán siga sentándose a negociar es un indicador de la presión que siente.

Sin embargo, las sanciones y embargos internacionales no parecen haber retrasado en gran medida el programa nuclear iraní, ni la determinación de los ayatolás de seguir adelante con el mismo. En un desafío continuo a la comunidad internacional, Teherán sigue sin cumplir los compromisos que adquirió al firmar el Tratado de No Proliferación y no se disipan las dudas sobre una posible dimensión militar de su programa nuclear.

Las últimas informaciones disponibles indican que Irán ha aumentado de manera apreciable el número de centrifugadoras en su instalación subterránea de Fordow, con lo que habría incrementado enormemente su capacidad para enriquecer uranio en este emplazamiento enterrado en una montaña para que no se vea afectado por hipotéticos ataques aéreos. Por otra parte, Teherán sigue negando sistemáticamente la entrada de los inspectores de la Agencia Internacional de la Energía Atómica a la instalación militar de Parchin, donde se sospecha que se han realizado pruebas de explosivos para cabezas nucleares.

La política estadounidense seguirá, previsiblemente, siendo la misma. Pero en los próximos meses los acontecimientos pueden precipitarse y exigir de Washington un posicionamiento que tal vez Obama no esté dispuesto a asumir. A la tragedia siria, con la tiranía baazista sustentada por Irán, y los ataques de Hamás contra Israel con armamento iraní hay que unir el ultimátum de Netanyahu al régimen persa: no permitirá que acumule uranio enriquecido al 20% en cantidad suficiente como para desarrollar una cabeza nuclear en poco tiempo. Previsiblemente, eso sucederá en la primavera o el verano de 2013. Si Israel lanza entonces la primera piedra, aún es una incógnita la posición que adoptarán tanto los Estados Unidos como la OTAN. 

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