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Ketty Garat

"¿En qué partido te crees que estás?"

Hay quienes hablan de crisis de liderazgo, como si el problema sólo fuera Rubalcaba, qué más quisiera él.

Querido Pablo:

Muchos hablan de la crisis interna del PSOE, pero pocos atinan al dibujar su magnitud. Hay quienes hablan de crisis de liderazgo, como si el problema sólo fuera Rubalcaba, qué más quisiera él. Pero la profundidad de las arenas movedizas que atrapan al Partido Socialista Obrero Español es harto más compleja. En un momento en el que todo se cuestiona; en el que la crisis ha puesto en jaque a todas y cada una de las instituciones del estado, incluyendo a su Jefatura, la Monarquía, la efectividad del Congreso, la credibilidad de los representantes públicos, el papel de los sindicatos, la fiabilidad de los medios de comunicación, y hasta las formas tradicionales del periodismo, el PSOE sufre una aguda crisis de identidad.

"Estamos ante un tsunami", repiten y repiten quienes han pisado moqueta durante varias décadas y en cuya experiencia cobra valor el augurio de la desolación posterior que arrastra la gigantesca ola. No es sólo la crisis, explican, sino el temor que ésta provoca en el imaginario colectivo; es el miedo a que la desesperación económica pase de sus cabezas a su bolsillo la que enciende el pavor callejero canalizado en los movimientos más radicales e, incluso, antidemocráticos.

Pero el problema político del tsunami es que, hasta el momento, la solución política de unos era cerrar las ventanas; para otros, la puerta; y unos terceros proponían salir corriendo. Nadie advirtió de que la política puede no ser suficiente. Porque un tsunami, es un tsunami. Nos guste o no, devastará lo que toque. A donde trato de llegar es a la incapacidad que el ser humano tiene para comprender el desastre. Hay culpables, por supuesto; hay que identificarlos, faltaría más; pero llegado un momento, simplemente hay que ponerse manos a la obra y dejar de mirar al cielo buscando respuestas o culpables.

La gran paradoja es que esa incapacidad para comprender se sitúe precisamente en quienes son en parte responsables. De no haber previsto la ola, negarla cuando se vislumbraba en el horizonte, y resignarse cuando se zampó los cimientos de la economía. El PSOE se ha sumido así en su propia ola: una corriente incompresible e incomprendida por poco razonable que, amparada en la ausencia de liderazgo de Rubalcaba, va por libre. Su movimiento de resistencia consiste en la negación de una realidad ante la que sólo caben sacrificios. Porque conscientes como son del auge de IU, de las corrientes radicales que optan por nuevas plataformas radicales en detrimento de los sindicatos tradicionales, han entendido que sólo con populismo el PSOE podrá volver a ser el PSOE.

Así, desde la portavoz parlamentaria, Soraya Rodríguez, hasta los más insignificantes diputados, y, a veces, hasta la propia Elena Valenciano, se niegan a condenar los llamados escraches, dicho en Román paladino: acoso y violación de la privacidad de un individuo en su domicilio particular. Y mientras Rubalcaba, Felipe González y los más veteranos se llevan las manos a la cabeza porque se está atacando a la representación de la soberanía nacional y, por ende, a la democracia, los suyos aprovechan su debilidad para invitar semana tras semana a los colectivos afectados por los más perversos efectos de la crisis, y apuntarse así un tanto. Algunos, hay que decirlo, se arrepintieron cuando esta semana, muchos diputados del PSOE, entre ellos Odón Elorza, se pusieron en pie aplaudiendo a la veintena de afectados por las preferentes que gritaban "cabrones", "sinvergüenzas" y "chorizos" a los representantes del PP.

"Cómo estará la cosa para que nuestro defensor haya sido Manuel Chaves", comentaban en las comidas posteriores diputados del PP que, previamente, habían asistido al puñetazo en la mesa del escaño de Chaves, con el que ex presidente del PSOE quiso poner fin a tanta irresponsabilidad. "¿En qué partido te crees que estás?", gritó Chaves a Elorza ante el descrédito de la bancada popular que incluso relató como la diputada socialista vecina de escaño de Chaves rompió a llorar ante su rapapolvos. Sintomático es también que el gestó que honró a Chaves fue saldado con otro rapapolvos: el de la jefa de filas, Soraya Rodríguez, que ante la ausencia de Rubalcaba, reprendió a Chaves su comportamiento a la vista de todos en los pasillos de la famosa M-30 parlamentaria (el pasillo de circunvalación del Hemiciclo).

"Que esto lo hagan los comunistas lo esperamos, pero no el PSOE", era la queja unánime popular ya entrada la tarde. Lo realmente es que no sea Alfredo quien de ese golpe en la mesa para frenar esta otra cara de la crisis interna del PSOE. Una crisis de identidad que, por ausencia de liderazgo, discurso e ilusión, está enterrando la esencia de un socialismo responsable que ha pasado de vivir como pensaba, a pensar como vivía. El final para el PSOE sería asumir los principios de IU que ya hoy está haciendo suyos. Y Rubalcaba, que lo sabe, sigue siendo, y no por mucho tiempo, el dique de contención. Aunque internamente, lo único que ya desee es olvidarse este mal sueño del tsunami y pasear junto a las olas de sus queridas playas asturianas.

Un beso,

Ketty

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