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Carlos Alberto Montaner

Las tres duras lecciones de Corea del Norte

Hay que mirarse en el espejo de Corea del Norte y actuar antes de que sea muy tarde. Para algo ha servido este esperpéntico episodio.

Hay que mirarse en el espejo de Corea del Norte y actuar antes de que sea muy tarde. Para algo ha servido este esperpéntico episodio.

(A la memoria de Enrique Ros, historiador y amigo)

¿Para qué sirve Corea del Norte? Hay tres lecciones que aprender de lo que sucede en ese penoso manicomio totalitario.

1. Corea del Norte sirve para comprobar a dónde conduce la lógica del colectivismo marxista-leninista, basado en el partido único, la planificación centralizada y la autarquía o nacionalismo económico (la tan tonta como famosa Idea Juche).

En 1953, cuando termina la guerra de Corea, provocada por la locura expansionista de Kim Il Sung con la complicidad de la China de Mao y la URSS de Stalin, las dos Coreas estaban destruidas. En ese momento ambos países tenían un per cápita menor que el de Honduras, entonces el país más pobre de Hispanoamérica.

Sesenta años más tarde, Corea del Sur (una quinta parte más pequeña que su vecina y con el doble de población) tiene 32.400 dólares per cápita (dos veces el de Chile, el país más rico de América Latina), mientras Corea del Norte apenas alcanza los 1.800 (la mitad del de Nicaragua, el país más pobre de América Latina).

Es decir, los surcoreanos producen anualmente 18 veces más bienes y servicios per cápita que sus vecinos del norte, pese a pertenecer a la misma etnia y cultura y a tener niveles parecidos de escolaridad. Son hermanos gemelos diferenciados por dos sistemas antagónicos de organizar la sociedad.

Corea del Sur, con una economía basada en el mercado, la competencia, la propiedad privada, el pluripartidismo, la democracia, la apertura comercial y el respeto por los derechos individuales, ha conseguido integrarse en el Primer Mundo, erradicar la pobreza y ser uno de los motores del planeta, con más patentes y artículos científicos publicados en revistas especializadas que toda América Latina.

Los tercos muchachos del socialismo del siglo XXI, siempre cerrados de entendederas, deberían tomar nota de esas diferencias antes de continuar cultivando insensiblemente un sinfín de calamidades.

2. Corea del Norte sirve para comprobar cómo un desastre político y social de esa magnitud, una vez que consigue desarrollar armas nucleares (algo que sucedió con la irresponsable ayuda de China), se convierte en invulnerable y puede extorsionar a sus vecinos o a Estados Unidos con la amenaza de provocar una catástrofe nuclear, en la que morirían decenas de miles de personas. Un mono borracho con una navaja en la mano podrá ser muy estúpido, pero no deja de ser extremadamente peligroso.

3. Corea del Norte sirve para ratificar la tesis israelí: es suicida permitir que la teocracia iraní, un país dirigido por santones fanáticos, desarrolle armas nucleares. Lo ha dicho varias veces Alí Jamenei, Supremo Líder de Irán:

Este tumor canceroso debe ser eliminado de la región.

El tumor canceroso es Israel.

Jamenei, oncólogo de hierro, está decidido a recurrir a la cirugía atómica. No tiene que consultar con nadie. De acuerdo con la Constitución iraní, le corresponde declarar la guerra o la paz. La soberanía no está en el pueblo ni en el Parlamento. La soberanía le corresponde a Alá. Alí Jamenei, que es el ulema mayor de la nación, es el intérprete de la voz de Alá. Él puede y quiere apretar ese gatillo.

La tesis norteamericana de contener o aislar a Irán no funcionará, como no ha funcionado con Corea del Norte. Por otro lado, EEUU puede convivir con un Irán nuclear, como sucedió con la URSS y con China durante la Guerra Fría, porque era obvio que ningún ataque nuclear realizado por esos países liquidaría a la nación americana.

Israel es mucho más vulnerable. Nadie tiene duda de que Jerusalén posee fuerzas para contraatacar y pulverizar a Irán o a cualquier país islámico que lo ataque con armas nucleares, pero el daño que sufriría sería terrible. Al fin y al cabo, es un pequeño país con una población de apenas siete millones de habitantes. Un mazazo atómico tal vez lo borraría del mapa.

Hace setenta años los nazis y sus cómplices acabaron con la judería europea y el mundo perdió a algunas de sus mejores cabezas. Seis millones de judíos fueron asesinados en los campos de exterminio. Con grandes dificultades, ese milagro de talento y creatividad volvió a fructificar en Israel. Eso es lo que hoy está en peligro.

Hay que mirarse en el espejo de Corea del Norte y actuar antes de que sea muy tarde. Para algo ha servido este esperpéntico episodio.

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