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Fundación Heritage

Obama en Berlín: no fue Ronald Reagan

Estos no son los temas que ayudarán a reforzar la causa de la libertad, sino más bien al contrario.

El discurso del 19 de junio del presidente Obama en la Puerta de Brandeburgo de Berlín invita de forma inevitable a compararlo con el discurso ofrecido por el presidente Ronald Reagan el 12 de junio de 1987. Seguramente, ninguno de los avezados publicistas de esta Casa Blanca pudo pasar por alto ese detalle.

El telón de fondo con el famoso monumento, el tema de la alocución, las ovaciones de la multitud, todo estaba pensado. Aunque hay que decir que, por más que los alemanes adoren a Obama, su discurso no alcanzó ni de lejos la seriedad y la espectacularidad de la famosa frase de Reagan: "Sr. Gorbachov, ¡derribe este muro!".

Cuando Reagan se presentó en Berlín, hace 26 años, la ciudad era una isla de libertad en un océano de opresión comunista. Con calma y firmeza, Reagan exigió que el líder soviético permitiera al pueblo de Berlín y de toda Alemania elegir su propio destino, su propio liderazgo político.

Que un presidente americano hiciese una petición tan importante y directa era algo insólito en esos tiempos, demasiado conflictivo para una diplomacia que había operado bajo la política de contención ante la Unión Soviética durante décadas. En 1989 el Muro cayó y los berlineses orientales corrieron eufóricos hacia el Oeste: en gran medida se debió al rechazo de Reagan a aceptar la opresión como inevitable.

En su discurso, el presidente Obama aludió ligeramente (demasiado ligeramente) a los presidentes Reagan y Kennedy –este último dio en ese mismo lugar su famoso discurso "Ich bin ein Berliner" (Soy un berlinés) en 1963–. Tras decir "No soy el primer presidente americano que llega a esta Puerta", Obama proclamó: "Estoy orgulloso de estar en el lado oriental para rendir homenaje al pasado". Bueno, sí… ¿y? Obama no podría haber estado (literalmente) donde estuvo anteayer si sus predecesores no se hubieran opuesto al gobierno comunista sobre la Alemania del Este.

El discurso de Reagan fue un homenaje al milagro económico de la Alemania Occidental de la posguerra y al deseo de libertad política, que ayudó a los alemanes occidentales a superar el legado de la Alemania nazi y la amenaza comunista del Este. El discurso contenía además la promesa de que los alemanes orientales también serían capaces de lograrlo dentro de una Alemania unida.

Por el contrario, el presidente Obama utilizó sólo el primer tercio de su discurso para hablar sobre Alemania, en una especie de versión reducida de la historia. En su apurado recorrido, el presidente alabó el Puente Aéreo de Berlín y el famoso "bombardeo con caramelos" de Gail Halvorson, que estaba en el estrado junto a Obama (mejor tarde que nunca, se puede pensar, porque cuando los veteranos del Puente Aéreo celebraron el 60º aniversario del mismo en 2009, en el propio Berlín, nadie de la Casa Blanca estuvo ni siquiera remotamente interesado en participar. Finalmente convencieron al vicepresidente Biden para dirigirse a los héroes por video). El resto fue básicamente el típico discurso de campaña del presidente, y fue desde el calentamiento global a la reducción conjunta de armas con los rusos, pasando por el cierre de Guantánamo. Se debería indicar que estos no son los temas que ayudarán a reforzar la causa de la libertad, sino más bien al contrario.

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