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Antonio Robles

Palabras rotas

Este ha sido el mayor crimen de los nacionalistas: convertir Cataluña en un campo de fútbol donde la razón y los hechos han sido suplantados por agravios.

"Le advierto, se va a encontrar con una declaración unilateral de independencia". Chantajes, agravios económicos. También culturales y lingüísticos. Desprecios. Por una parte. Por otra: "No resulta admisible permanecer inmóviles, mirando a otros sitios, cuando se proclama que ni la ley, ni las sentencias, se aplicarán en Cataluña".

Cierro las ventanas, me aíslo del mundanal ruido. Dejemos por una vez agravios y aspavientos. Por ambas partes. Abandonemos por un momento el derecho a indignarnos ante el otro. Por ambas partes. Hagamos como si legalidad y amenazas estuvieran a la misma altura moral. O mejor, dejemos la razón moral y la legalidad constitucional a un lado. Objetivo: tener un instante de recogimiento para percibir la zanja inmensa que se abre entre dos mundos cada día más irreconciliables: el separatista y la España constitucional.

No sé si llegará un día en el que podamos reflexionar sobre el abismo al que estamos a punto de arrojarnos, pero si lo hubiera es seguro que alguien señalaría estos días como el tiempo donde la razón y la palabra perdieron la batalla ante las emociones y las banderas. Llegados a este punto, no se cansen, solo la fuerza se abre camino.

No pretendo señalar al culpable, tampoco el delito, solo constatar la imposibilidad de entablar el más mínimo dialogo entre dos mundos que, por separado, entre los suyos, son incapaces de percibir la posición del otro como legítima.

Si te metes en un estudio de TV3, el espejo refleja tu propia verdad, la que el propio estudio crea. Ni una duda, todo es indignación y desmesura contra el invasor español. La evidencia se impone, nada es preciso probar, el mundo se ha reducido a afrentas y agravios. Por fin la verdad es patrimonio exclusivo. El infierno son los otros.

Los leones de la Carrera de San Jerónimo ni se inmutan. Deben de pensar que la tramontana les ha enloquecido. La misma autosuficiencia, idéntica superioridad moral en sus estudios de televisión. Sigo sin decantarme, no es el objeto de este artículo, sólo mostrar la incomunicación irreversible que se ha instalado entre quienes quieren romper España y quienes aún no han comprendido que al nacionalismo no se le mece, se le combate o te devora. Todo intento de señalar sus errores o convencerle de sus desvaríos encontrará la indiferencia en el mejor de los casos, y siempre el odio. Imposible mantenerse al margen, ya ven.

La conllevancia de Ortega fue tan acertada en el siglo XX como suicida en el XXI. Con acertada metáfora señaló Arcadi Espada que habríamos de acostumbrarnos a convivir con los nacionalistas como los noruegos conviven con el frío. Una fatalidad, sí, pero la naturaleza es así. Es la conllevancia de Ortega, algo que un no nacionalista siempre está dispuesto a aceptar si hay respeto a la ley. Pero me temo que ellos nunca accederían a convivir con nosotros en una Cataluña independiente; están demasiado enamorados de sí mismos como para soportar en pleno siglo XXI el rastro incómodo de las fechorías que habrían de imponer para culminar su desvarío historicista. ¡Son tan demócratas!

Este ha sido el mayor crimen de los nacionalistas: convertir Cataluña en un campo de fútbol donde la razón y los hechos han sido suplantados por emociones y agravios. El de España, haber tardado tanto tiempo en darse cuenta. El de los gobernantes, su pasividad.

Abro de nuevo las ventanas. El ruido, siempre el ruido insoportable de las gesticulaciones y agravios, como si los demás no tuvieran sentimientos ni necesidades: 01.714. La Grossa. 9. 375 milloneeeeeees de eeeeuroooooosss. Ya solo nos queda hacer el ridículo y amañar el sorteo. Seguro que colaría.

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