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Antonio Robles

El plante del PSC

El plante del PSC desactiva el soberanismo e invalida su principal arma: la unanimidad del pueblo de Cataluña.

La conjura de los federalistas del PSC y su decisión de bajarse del tren de Artur Mas ha pasado como una noticia más entre la vorágine secesionista que nos devora. Pero no es una más. Lo que decidió el 83% de los delegados al Consejo Nacional representa la peor derrota que ha recibido la hegemonía moral del nacionalismo en 30 años.

Esa hegemonía moral del nacionalismo la empezó a fraguar Jordi Pujol a finales de los setenta en el Congreso de los Diputados con la llamada "minoría catalana". Desde el principio tuvo clara el gurú la necesidad de presentar Cataluña al resto de España como un solo pueblo. La ficción era tan falsa como pretenciosa, pero la colaboración acomplejada del PSC hizo posible que con el andar de los años esa voluntad de ser del pujolismo infectara a la propia sociedad catalana. Hasta su culminación en la vía catalana con el cuento del derecho a decidir.

Durante años la Resistencia al nacionalismo intentó convencer al PSC de su traición a la clase trabajadora y a sus raíces culturales, lingüísticas y nacionales. Fue en vano. Ante su imposibilidad, la Resistencia luchó para erosionar su base electoral. El PPC de Vidal-Quadras fue el primer aviso a principios de los años noventa. Destituido por Aznar en los pactos del Majestic para contentar a Pujol, solo quedaba la opción de crear un partido político que desvelara sus contradicciones y sirviera de casa común de cualquier ciudadano catalán no nacionalista. Así nació C’s. Después de 7 años de aquella proeza, con 9 diputados y en cada encuesta más valorado, el PSC se desmorona. En las tres últimas pierde diputados al mismo ritmo que los gana C’s. O dicho de otra manera, su apuesta por el derecho a decidir por encima de la soberanía nacional pierde ante la numantina defensa de la soberanía constitucional de C’s. En tiempos verdaderos, la equidistancia tramposa es calderilla y como tal se toma. La gente se refugia en la manada buscando seguridad. Y ya no la encuentra en el PSC.

Aunque todo puede empeorar, no todo es negativo en esta triste historia del PSC. Los socialistas catalanes se han plantado. No crean que ante el nacionalismo. Eso sí que sería un plante. Sino ante las encuestas. Pero el efecto sobre la deriva independentista es igualmente eficaz.

El plante del PSC desactiva el soberanismo e invalida su principal arma: la unanimidad del pueblo de Cataluña. Esa unanimidad que les hace hablar en nombre de Cataluña y prescindir de populares y C’s como meros agentes de Madrid, sin los socialistas se les viene abajo. Son muchos años de unanimidad. Aciertan los independentistas cuando les reprochan que hayan tomado tal decisión en el peor momento. Aciertan, porque su plante rompe la imagen propagandística para consumo internacional de un pueblo asediado por España. Sin los socialistas ya no cuela, sin los socialistas la gente se hace preguntas e intuye riesgos en tirarse al monte, sin los socialistas se rompe la sugestión colectiva que TV3 y los editoriales de 12 cabeceras alimentan cada día.

A mentes enrocadas, el plante puede saberles a poco. Creo que se equivocan, el PSC ha sido el mayor responsable de la hegemonía nacionalista en Cataluña, pero como combustible sirve a la causa constitucionalista para pasar el invierno. Que no es poco para los tiempos que corren. Demos tiempo a la primavera, a la pedagogía, a la razón.

Dicho esto, que nadie se lleve a engaño, el PSC sigue cautivo del hecho diferencial, ese cuento soberanista para saltarse la progresión fiscal. Su federalismo aspira a conseguir las competencias exclusivas en política lingüística, cultural y justicia. Y en materia económica, un pacto al modo y manera del cupo vasco y navarro para reducir la solidaridad con el resto de los territorios de España.

En tiempos de hambruna, un mendrugo sabe a gloria.

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