Al joven rey Felipe VI le amenazan con los muros de la desinformación y como ciudadano leal me toca prevenirle. Jesús Posada le transmitía hace poco la reinauguración en el Congreso de una sala, poco más que un escobero, a la que le han puesto el nombre del general Juan Prim aprovechando un viejo cuarto destinado a Salustiano Olózaga y otras improvisaciones, como toda la ruina del año Prim, en el que estamos, que tocó techo cuando el fiasco de la placa del atentado en la vieja calle del Turco.
Usted, señor, puede estar secuestrado por los que le sirven falsamente pero tiene un resquicio para airearse en internet. Confío en que Ud., o la reina Leticia, buena periodista, cliqueen para complacerse en los elogios merecidos que le dedica Federico en Libertad Digital y vea de paso este aviso de buen español.
Yo, Majestad, soy un periodista de investigación, doctor en Periodismo, con una larga y muy premiada carrera, hasta ahora monárquico, especializado en el mundo del crimen, que ha culminado un trabajo pionero en el mundo con la solución del enigma del asesinato del general Juan Prim y Prats (Reus, 1814), presidente en 1870 del Consejo de Ministros y ministro de la Guerra. Ahora sabemos cómo le mataron y por qué, quién lo hizo y en qué momento. De una forma científica e innegable. Y todo esto a pesar de la sañuda oposición de la Sociedad Bicentenario de Prim 2014, que usted, señor, por estar secuestrado, ha mandado saludar cuando por el contrario merece un buen correctivo.
La agencia EFE informa que el político Jesús Posada, presidente del Congreso, implicado hasta las cejas en las turbias celebraciones de Prim a cargo de la Bicentenario, comunicaba a la prensa que Felipe VI, inmerso en la lucha contra el desprestigio de la institución, bajo la espada de Damocles del problema catalán, había mandado un mensaje de salutación y apoyo a la Sociedad Bicentenario.
Si se trata de reparar, quiero que sepa, Majestad, que le envié un ejemplar de mi libro Matar a Prim (Planeta, 2014) al rey Juan Carlos I, en el que hay un comunicado donde la Comisión investigadora nos felicitamos por haber logrado mediante la ciencia certificar que sus antepasados, los Borbones legitimistas, no tuvieron nada que ver en el asesinato de Prim, pero ni siquiera he recibido respuesta.
Sepa Ud., por si se lo han ocultado, que el Parlamento también publicó un libro de la Sociedad Bicentenario con ayuda de Posada, que va de faraute, que es una colección de los discursos de Prim, ilegible por su letra pequeña, falto de contexto y censurado a conciencia con la quita de la más importante de las piezas oratorias en la que pide a los ministros de España que digan si reconocen a los catalanes como españoles, que es lo que entonces deseaban. La edición ha estado a cargo de Emilio de Diego García, un falso catedrático de historia. Afrenta que queda como la más bárbara censura de un Parlamento.
En la Asociación Bicentenario, sobre la que no le han advertido debidamente el presunto republicano Spottorno ni tampoco el nuevo jefe de su Casa, Jaime Alfonsín, figura Luis Alejandre Sintes, el JEME del Yak-42 que enterró a 60 soldados españoles sin identificar dándoles un trato tal que recibió el cese fulminante de José Bono, aunque ahora no les duelan prendas de compartir la Bicentenario, patrocinados por el mismo cava catalán y la misma caixa. Esta asociación no soltó un duro para los arreglos de la momia de Prim cuando el Ayuntamiento de Reus, quién sabe si equivocado o qué, advirtió que estaba en mal estado.
La directora es María José Rubio, una heredera multimillonaria, sin publicaciones científicas ni de otro tipo sobre Prim, que pasó años diciendo que iba a hacer una exposición itinerante con los objetos del Marqués de los Castillejos que había comprado su papá, pero que todavía no la ha puesto en marcha ni ha pedido perdón por ello.
Lo peor de la Bicentenario, asociación tan equívoca, fue expuesto por su president Pau Roca durante el acto de la fallida placa de la calle del Turco, hoy Marqués de Cubas, cuando dijo que Prim bombardeó Barcelona en 1843.
Esto no es fruto de su magín, sino una venenosa consigna separatista que pretende combatir el patriotismo español de Prim con el feo hecho de haber machacado la ciudad, aunque sea totalmente falso. Prim no bombardeó Barcelona jamás, jamás, jamás. Pero así lo han afirmado en público también otros de la cofradía bicentenaria: el exgeneral del Yak-42, que debería saber quién la bombardeó de verdad, Tamames, que lo dijo en México, el hijo de Martín de Riquer, que lo escribió en La Vanguardia, y el catedrático ful que lo prodiga en todas partes.
Junto a estos personajes, Carles Tubella, de CiU, el comisario del Any Prim, en Reus. Con él, la Bicentenario en pleno fue capaz de encargar un contra-informe de nuestra autopsia de Prim, en la Universidad Complutense, que resultó una gran vergüenza científica.
La última del catastrófico Tubella, con permiso del alcalde, Carles Pellicer, de CiU, legítimo tutor de los restos del general, es que ha transformado la momia de Prim sometiéndola a una salvaje tanatopraxia, antes de volverla a enterrar, por lo que le ha implantado una dentadura postiza, totalmente blanqueada, con una sardónica sonrisa que supone la máxima profanación de una figura histórica.
Majestad: tiempos son estos de gran prudencia. Como Prim, estamos rodeados de traidores. Debería Ud., señor, templar el paso, incluso caminar como si fuera pisando huevos. Ya le secuestraron como príncipe en El Poblet, intentando darle gato por liebre.
Los de la Bicentenario ni siquiera han dejado en paz el cadáver, al que han convertido en un muñeco diabólico. Tiene Ud. en esta asociación uno que se hace pasar por catedrático sin serlo, otro que va de culto aunque chorrea vulgaridad, un tercero que se hace pasar por historiador aunque es economista, una niña rica que promete y no cumple, un exgeneral que no conoce la historia, un exministro y consejero de Estado que no sabe la lista de los presidentes de Gobierno y tampoco la de los reyes godos. Todos estos le han hecho a Prim una mamola, que no es lo que ustedes piensan.
Los miembros de la Bicentenario son grandes ignorantes de Prim (tengo pruebas de todo). El que no confunde la rebelión de la Jamancia con la campaña de África, dice que llevaba una pelliza cuando vestía levita o que estaba enterrado en un ataúd de zinc, cuando era de plomo, o sostiene que Prim fue el primer y único catalán presidente del Consejo de Ministros, ignorando a Estanislao Figueras y a Francisco Pi y Margall. Otro afirma que el asesino Paul y Angulo volvió a España en 1885 y lo dice en el libro publicado por Posada, que Posada no ha leído, recorta y pega del rincón del vago, canibalismo de mal historiador.
Ya que nadie parece dispuesto a ponerles freno, yo he echado sobre mis espaldas la gigantesca tarea de corregir a esta caterva de ignorantes. Hasta ahora le he dado con la palmeta a un profesor de historia, un exministro, un exgeneral, un luchador por el cambio de horario laboral, un secretario de vinateros, un tonto con un blog de Reus, cuatro periodistas, tres de dos diarios y uno de una revista ilustrada, un director de periódico, tres columnistas, dos catedráticos, aunque uno de ellos de instituto, dos novelistas de baratillo y un poeta garbancero que no por casualidad forma parte del Premio Príncipe de Asturias.
En la Bicentenario, alentados por los más soberanistas de CiU, crece la consigna política de restar a Prim su dimensión de patriota y por eso difunden como quintacolumnistas la infamia de que bombardeó Barcelona, o la de que no hablaba castellano, sino una jerga, cuando por el contrario se expresaba perfectamente tanto en español, como en catalán y francés, indistintamente. Majestad, Prim fue el mejor de nuestros soldados, un gran estadista, famoso y respetado en el mundo entero. Tan buen siervo si oviera buen señor, que pudiera haberle servido a Su Majestad como sirvió a Isabel II, mientras ella lo merecía.

