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Fundación Heritage

Aliarse con Irán no es la solución para Irak

Ninguna de las aventuras militares de Obama ha salido bien, y mucho menos han resultado decisivas.

El secretario de Estado, John Kerry, reflotó hace poco una idea escalofriante: para ayudar a hacer retroceder al Estado Islámico de Irak y el Levante, grupo terrorista que se ha hecho con el control de más de un tercio de Irak, Estados Unidos podría llegar a un acuerdo con los mulás de Irán.

Efectivamente, la Administración se sigue aferrando a la idea de que se pueden defender los intereses americanos llegando a un acuerdo con Teherán. No es de extrañar que estemos en retirada en todos los frentes de la política exterior.

Es cierto que Estados Unidos e Irán tienen un interés mutuo en Irak, aunque de forma muy parecida a como un ladrón y un depositario tienen un interés común en un banco. No ver esa diferencia en los resultados que se desean explica el principal problema de la política exterior del presidente.

La Doctrina Obama da preponderancia a negociar con los contrarios para solucionar los conflictos. No hay nada malo en negociar. Irónicamente, Churchill, Roosevelt y Stalin se reunieron en Teherán en 1943 y elaboraron un plan para ganar la Segunda Guerra Mundial. A pesar de sus muchas diferencias, compartían un objetivo común.

No obstante, no todas las negociaciones acaban con éxito. En 1973 Estados Unidos negoció los Acuerdos de Paz de París. Y fracasó miserablemente. El único objetivo que compartían americanos y norvietnamitas era conseguir que Estados Unidos saliera de la guerra. Los negociadores americanos pensaron que estaban negociando por una "paz con honor". La delegación de Hanói sabía que estaba negociando como preludio a su invasión del Sur (1975).

Las iniciativas negociadoras del presidente Obama tanto en Afganistán como en Irak se parecen mucho a las de París en 1973. Está buscando un modo de salir de los enredos de la política exterior; algo que alegraría a un montón de villanos.

Para Obama, parece que lo que le importa es el acuerdo en sí más que la calidad del mismo. Y ahí está el problema. Los acuerdos a los que ha llegado tanto en Irak como en Afganistán han dejado un vacío de seguridad o una posibilidad para una futura inestabilidad que son fácilmente aprovechables. Por lo que respecta a la estrategia de salida, pone el acento en la salida más que en la estrategia.

Aunque por supuesto, además de emplear la ayuda a Irán, el secretario Kerry también quiere bombardear a los insurgentes de Irak.

A pesar de su Premio Nobel de la Paz, nuestro presidente no tiene reparos en usar la fuerza. Las tropas de Estados Unidos en Afganistán han sufrido más bajas en seis años con Obama que las que tuvieron con el presidente Bush. Obama ha llevado también a cabo más acciones de guerra encubierta, en más lugares y con muchos más ataques de aviones no tripulados. Bombardeó Libia y quiso bombardear Siria.

Sin embargo, Obama utiliza la fuerza con una diferencia. En cada oportunidad, adopta un enfoque minimalista, con la menor cantidad de poder militar que cree que podría necesitar para después de cada intervención realizar extraordinarias declaraciones de triunfo, como la de la destrucción de Al Qaeda, la de la victoria liberadora en Libia y la de la obligación al régimen sirio a sentarse a la mesa de negociaciones.

Otros presidentes han mostrado mayor contención a la hora de emplear el poder militar. Tanto Eisenhower como Reagan tuvieron en alta estima a las fuerzas armadas y sin embargo las emplearon menos en combate que la mayoría de los presidentes modernos. Y Obama ni siquiera ha tenido parte de su éxito. Ninguna de sus aventuras militares ha salido bien, y mucho menos han resultado decisivas.

Por eso hay momentos para la contención en el uso de la fuerza armada. Y hay momentos en los que tiene sentido sentarse a la mesa y negociar incluso con los enemigos.

El problema con la Administración Obama es que carece del juicio estratégico para saber cuándo éstas son las mejores opciones. Es más, la Casa Blanca se ha vuelto exasperantemente predecible a la hora de elegir cómo salir de cada problema.

Las estrategias políticas y militares que conforman la Doctrina Obama han creado el espacio y la oportunidad para que otros aprovechen la inestabilidad en Irak y Afganistán. De modo que la insistencia de la administración en seguir una vez más con las mismas estrategias fallidas hace difícil ser optimista acerca del futuro de ambos países.

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