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Antonio Robles

El farsante de Oriol Junqueras

En esta farsa que vivimos a diario en la sociedad catalana, la última extravagancia es considerar a este Junqueras el líder político local más inteligente.

En esta farsa que vivimos a diario en la sociedad catalana, la última extravagancia es considerar a este Junqueras el líder político local más inteligente.

En esta farsa que vivimos a diario en la sociedad catalana, la última extravagancia es considerar a este Oriol Junqueras como el líder político local más inteligente. Desde luego, si es por los resultados electorales, no hay ninguna duda; aunque habría que discernir si es por su talento o por la mediocridad de Artur Mas.

La caverna mediática del nacionalismo confunde inteligencia y talento con astucia y fanatismo. Sin lugar a dudas, Junqueras es tan astuto como manipulador: reduce los problemas complejos de la vida a cuatro mantras que repite como un loro: "España nos roba", "Con la independencia, Cataluña será rica y plena", “La democracia es el derecho a decidir”, “La democracia es poder votar”, “Sin el expolio fiscal, cifrado en 16.000 millones de euros, Cataluña no tendría crisis ni paro”, “Cataluña tiene derechos históricos que la Constitución española no reconoce”. Y, no contento con tanta complejidad racional, ahora llama a la “desobediencia civil” en nombre de Martin Luther King. Ni él es Luther King ni España es una sociedad segregacionista. Que se deje de bromas y comparaciones obscenas. El egoísmo de su nacionalismo, comparado con el altruismo de Luther King, no da ni para un chiste malo. Deje de hacer el ridículo y ofender a quien dio su vida por eliminar las diferencias entre los seres humanos y no por separarlos.

Píldoras para derrotar al pensamiento racional, coartada perfecta para suscitar los instintos egoístas más ruines del ser humano sin mala conciencia, y un programa político simple para que cualquier botarate pueda indignarse ante el enemigo exterior. A esto se le llama demagogia, corrupción del alma, engaño, utilización sentimental del pueblo para convertirlo en rebaño. Esto no es talento ni es inteligencia, sino astucia perversa y fanatismo. Sobre todo fanatismo, porque para hacer creer a los demás estas simplezas antes ha de estar uno persuadido de su valor. Y solo los fanáticos creen en sus propios delirios. He ahí su fuerza para hacérselos creer al pueblo.

Curiosamente, Oriol Junqueras no parece fanático en las formas, aunque lo sea profundamente en sus objetivos; muy al contrario, aparece ante la opinión pública como bonachón y sincero. Ni una cosa ni la otra: en sus intervenciones parlamentarias sobre el derecho a decidir ha repetido como un loro la palabra democracia. Docenas de veces. Como los fascistas posmodernos, se cobija bajo el techado de conceptos hermosos para evitar que huelan a mierda sus propuestas. Esa astucia no es la de un hombre honesto, sincero o entrañable, sino la de un cura carlista revenido.

Dos ejemplos bastan. En una entrevista de El Mundo llegó a decir sin venir a cuento: "El castellano será idioma oficial en la futura república catalana". En esta simpleza podemos apreciar la falsedad del personaje: ¿a quién se le podría ocurrir decir que los negros no serían excluidos en una futura república catalana sino a un redomado racista? ¿O es acaso de recibo que alguien pudiera asegurar en pleno siglo XXI que en una futura república catalana las mujeres seguirían teniendo derecho al voto…?

¿A esto se le llama talento? La inteligencia es la capacidad para adaptarse a la realidad y no sucumbir en ella ni dañar a los demás. De momento, farsantes como Oriol Junqueras están dividiendo a la sociedad catalana. La consecución de su sueño, desgraciadamente, pasa por excluir a todos los que no estamos de acuerdo con él. ¿Es esto inteligente? A Napoleón, a Hitler, a Stalin o a Castro se les ha considerado inteligentes, pero sus obras siempre acabaron en desgracias humanas colosales. No basta con ser astuto y ganar la partida a místicos como Artur Mas; es preciso, sobre todo, no envenenar la sangre de los vivos en nombre de la sangre derramada de los muertos. Y en esto Oriol Junqueras, Artur Mas y todos sus profetas son maestros consumados. Habrían de reflexionar. Las tragedias siempre estuvieron propiciadas por líderes que se creyeron genios pero cometieron el mayor de los errores que un ser humano pueda cometer: ser la causa de la ruina de sociedades enteras y de la muerte de millones de personas. ¿Creen que personajes como éste pueden garantizarnos sosiego, o por el contrario alimentar odios?

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